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Columna
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Cervantes, gran poeta

Si no fuera tan penosa habría que calificar de cómica la incapacidad de la mayoría de los historiadores de nuestra literatura para situar a Cervantes. Es verdad que aún no hace 400 años que el autor del Quijote ha muerto y, con tan escaso margen de tiempo, no se puede aún medir bien el alcance de su obra. Para un historiador de la literatura que se precie cualquier obra que no tenga, como mínimo, mil años, es chirriante actualidad y hay que abstenerse de emitir juicios sobre ella.

Así se explica que, salvo alguna excepción, nuestras historias de la literatura sólo reconocen al Cervantes novelista y desdeñan -con la mayor injusticia- al fantástico poeta y al excelente dramaturgo. Acerquémonos al Cervantes poeta -¡y muy gran poeta!- que alberga muchísimos hallazgos de la más alta poesía y, para entrar en materia con serenidad, leamos este maravilloso verso suyo que ni Góngora, Quevedo o Rubén Darío superarían: "Mar sesgo, viento largo, estrella clara...".

Cervantes escribió el Viaje del Parnaso en su casa de la madrileña calle de las Huertas. Y ¿qué es el Viaje del Parnaso?: una obra de 3.284 endecasílabos en tercetos -estrofas constituidas por tres versos de 11 sílabas- que Cervantes, precursor, incluso, de los currículos actuales, escribe, con furia e ironía, para que por fin se le reconozca su altísimo talento literario entre sus coetáneos. Como era de esperar, ningún lector español se enteró de lo que decía Cervantes en el Viaje del Parnaso. Una vez más, tuvo que ser un lector inglés el que nos enseñara a leer este libro. También los ingleses nos habían enseñado antes a leer el Quijote. Más tarde, James J. Gibson, traductor del Viaje al inglés, en primer lugar, comparó a Cervantes con Shakespeare y luego hizo la observación de que el Viaje debería llamarse, en rigor, La Cervantea porque Cervantes emprende el viaje al Parnaso en busca de su propio y legítimo lugar en la literatura de su país. Y ¿cuál fue el resultado?: salta a la vista. Ni siquiera a los ya casi cuatro siglos de su muerte, Cervantes ha encontrado su puesto en la historia de nuestra literatura.

El único manual que sitúa bien a Cervantes como escritor -incluida su labor de poeta- es la Historia y crítica de la literatura española, dirigida por Francisco Rico y editada en 18 volúmenes. Y no entremos en el terreno de los manuales escolares, a menudo hervidos con berza, porque ahí los delitos contra la información, frecuentemente, se merecen la calificación de terrorismo educativo.

Acerquémonos a la excelente Breve historia de la literatura española, de Carlos Alvar, José-Carlos Mainer y Rosa Navarro, tres eminentes catedráticos de universidad. Es una obra, de 760 páginas, de muy alto rigor. Pero ¿qué dice esta Breve historia del Cervantes poeta?: ay, a los autores no parece que les interese mucho el tema. Eso sí, al menos, se le dedica, literalmente, dos palabras pues se dice que Cervantes tuvo "maestría lírica". Este juicio es certero. Pero, por los clavos de Hristo Stoichkov, demasiado lacónico.

No hay manuales ni historias de la literatura, con las excepciones que no cuentan, que sitúen bien a Cervantes como soberbio escritor en los diversos géneros que cultivó: narrativa, poesía y teatro. Sin remontarnos en la historia más allá de la llegada de Di Stéfano al Real Madrid, hace, pues, unos 50 años, tres grandes poetas y críticos españoles -Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda y Gerardo Diego- escribieron artículos que dejaban bien claro el muy alto nivel de la poesía de Cervantes. Como aquí la gente seguía sin enterarse, en 1973 -o sea, hace ya más de 30 años-, el gran Vicente Gaos hizo una prodigiosa edición, en dos volúmenes, de Poesías Completas I y Poesías Completas II, de Cervantes, en cuyas introducciones dio la más alta lección de excelente información y de sensibilidad poética.

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Por tanto, no es que no haya magníficos estudios sobre Cervantes: el problema es que no los leen - o si los leen no los entiende- quienes luego instauran la imagen literaria de Cervantes. Por ejemplo, dos admirables escritores -Javier Cercas y Luis Alberto de Cuenca: ¡y cuántos más!- han escrito que Cervantes no era un buen poeta. Pero hay que ser comprensivos: una mala mañana la tiene cualquiera.

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