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Los peritos creen que el disparo mortal al policía en La Vall se hizo de cerca

María Fabra

No se puede determinar el arma desde la que salió la bala que, en mayo de 2000, mató a Manuel Ferrandis, agente de la policía local de La Vall d'Uixó, durante un tiroteo iniciado a raíz de un robo. Ésa es una de las conclusiones tajantes que ayer expusieron los peritos judiciales durante el juicio a José Antonio G., otro policía local, acusado de homicidio imprudente. La bala que los peritos identifican como la que causó la muerte de Ferrandis tiene restos de ADN de la víctima y de, al menos, otras dos personas, aunque no se ha cotejado a quién pertenecen esos restos. La víctima tenía, alrededor de la herida de entrada del proyectil, restos de bario, un elemento producido por el roce de la bala con el cañón de la pistola, que hace presuponer que el disparo se efectuó a muy poca distancia, desde atrás, y no a los alrededor de 15 metros que se encontraba el atracador. Fue un disparo a menos de 1,5 metros, según dijeron las peritos del Instituto Nacional de Toxicología.

Sin embargo, la defensa mantiene que la bala fue disparada por el atracador e hirió mortalmente al policía después de rebotar en una barra de hierro. Los expertos en balística de la Guardia Civil y de la Policía Nacional consideran que esa posibilidad es remota, pero no la negaron tajantemente. Los peritos aportados por la defensa explicaron que el rebote hace perder fuerza a la bala, pero que mantiene la suficiente como para atravesar, por dos veces, un cráneo, tal como ocurrió en el caso del agente fallecido. Además apuntaron que la existencia de bario pudo producirse por otros disparos efectuados alrededor del policía fallecido. Aún así, la bala que los peritos han analizado como la que mató a Ferrandis no presenta restos de minio o del plomo de la barra en la que, según la defensa, rebotó el proyectil.

"Casi desde el suelo"

Los expertos que aportó la defensa cuestionaron la posibilidad de que fuera el acusado quien, de forma accidental, disparara al ahora fallecido ya que, según dijeron, por la posición de la víctima, de cuclillas y en defensa, y por la trayectoria de la bala, el agresor hubiese disparado "casi desde el suelo".

Por su parte, la forense que practicó la autopsia al cadáver señaló que éste presentaba una herida de entrada de 6 milímetros, que no presentaba una circunferencia perfecta, y otra de salida de 16 milímetros. Además, de su examen, no pudo determinar la posición de la víctima en el momento de recibir el impacto, puesto que afirmó que "todo depende de dónde viniese la bala".

El letrado de la acusación modificó sus conclusiones iniciales para considerar como hechos probados que, una vez estuvieron el acusado y la víctima frente al atracador, éste último efectuó varios disparos y J.G.S. retrocedió de su posición y contestó al presunto ladrón "sin apuntar ni tener en cuenta la posición del arma, impactando en la cabeza de su compañero a una distancia no superior a 1,5 metros". Asimismo, considera que el acusado, tras disparar, vio cómo se desplomaba su compañero y continuó retrocediendo "sin prestar atención a la víctima, y continuó la persecución del atracador sin acercarse al cadáver". La defensa negó esta correlación de hechos descrita por el letrado de la acusación.

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