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Entrevista:CICLISMO | Un español, tricampeón mundial

"Ha sido la carrera con más presión de mi vida"

"Los Campeonatos del Mundo se me dan bien porque me arriesgo al máximo", dice el corredor cántabro, que destaca que hay que tener una gran condición y unos grandes compañeros para controlarlo todo

Carlos Arribas

Óscar Freire es capaz de ponerse serio hasta en situaciones tan estrambóticas como la que vivió, el domingo por la noche, en uno de los comedores del hotel de Verona. El niki gris de la selección española es una mancha húmeda que apesta al cava que los corredores, los 13, han preferido usar para duchar al respetable que para beberlo. El pelo también le chorrea. A su alrededor continúa la algarabía. Hace nada, Joseba Núñez, El Potro, su masajista, ha calentado el ambiente con un sensual semistriptease que ha revelado un tanga verde sobre su piel blanca, tersa. Hace un poco más, en la misma mesa en la que se contoneó El Potro, había intentado hablar en castellano Theo de Rooij, el director del Rabobank, otra persona chorreante de cava, que quería decir que quizás sí que habría prima de su equipo para todo el conjunto español. Y, cinco minutos antes, el mismo Freire había ocupado esa mesa, de pie, entre trozos de tarta pringantes y restos de carpaccio, para pedir a De Rooij esa prima, "ya que si el año que viene sobre el maillot arco iris pondrá Rabobank será gracias a todos ellos". Y aún antes, en esa misma mesa, el púlpito de la noche de fiesta, Freire y su fiel Horrillo, que también se irá con él al cuadro holandés, habían mostrado su fidelidad a sus colores exhibiendo, bajo un pecho blanco como la nieve, unos magníficos calzoncillos naranja. Todo eso ha pasado, pero Freire, chorreante, se sienta ante una grabadora y no pierde el pulso ni el control. Se expresa lento. Reflexivo. Un poso de tristeza incluso, o de perplejidad, en el fondo de sus palabras. "Mi objetivo como ciclista está más que cumplido", afirma; "cuando fui segundo en el Mundial amateur de San Sebastián me di cuenta de que ganar un Mundial era muy importante. Me hizo mucha ilusión ser el segundo cuando ahora serlo es una victoria amarga. Desde aquel momento, el Mundial fue para mí siempre algo especial".

"Si me hubiera marcado objetivos menores, habría ganado muchas más pruebas"
"Creo que nunca voy a volver a un conjunto español. Fuera apuestan más fuerte por mí"

"Si me hubiese marcado objetivos menores, seguramente habría ganado muchas más carreras. Pero, si ganas una vez el Mundial, lo demás queda siempre por debajo", explica. Una explicación innecesaria para justificar cómo él, de magro palmarés -porque magro para un hombre veloz es llevar 30 victorias en siete temporadas-, tiene la desfachatez de ser, junto a los legendarios Binda, Van Steenbergen y Merckx, el hombre que más maillots arco iris ha vestido, tres: "Los Mundiales se me dan bien porque me arriesgo al máximo. Es una carrera de un día en la que influye mucho la suerte, pero en un recorrido duro como el de Verona no sólo hace falta suerte, sino también una gran condición y un gran equipo para controlar la carrera. En los últimos años hemos estado siempre al más alto nivel. Hablo de suerte entre comillas. Suerte de que no pase algo malo, de no tenerla mala. Es un factor que influye, pero lo que más influye es hacerlo bien desde el principio. El resultado ha sido el mejor porque nosotros hemos sido los mejores. En Valkenburgo no tuve la suerte. Tuve la mala suerte y se me acabó el Mundial".

A la mañana siguiente, tras una noche de poco sueño, una rápida visita a "la discoteca más pija de Verona, de clientes de ésos que dejan bien aparcado a la puerta, que exhiben, sus Mercedes o sus Porsches", una pizza en familia con su mujer, Laura, "porque no había comido nada sólido después de la carrera", Freire ahonda más en su discurso. "Había dicho por la noche que este Mundial de Verona ha sido la carrera que con más presión he corrido en mi vida y es verdad. Por eso, cuando he ganado, me ha hecho siete veces más ilusión que la victoria en la Milán-San Remo esta primavera", dice; "es una presión que yo mismo me he puesto. No es la presión ésa de tener que demostrar a nadie que lo que gano es por casualidad, sino esa presión agobiante que te llega de pensar que, estando mejor que nunca, sabiéndote ganador casi de antemano, puede que no ganes. Tenía ese miedo. Porque éste era el Mundial en que mejor me sentía. Estaba tan bien que, cuando salí, ligero, fácil, moviendo bien el 44, a por Boogerd y Basso, pensé en seguir solo en la última vuelta. Me entró esa tentación. En el primero que gané aquí, en Verona, en 1999, también estaba muy bien e hice una carrera perfecta, incluso aprovechando que podía ir resguardado, ya que nadie me vigilaba. En el de Lisboa, en 2001, cuando peor estaba, tuve la suerte de que el sprint fuera muy limpio, claro, sin obstáculos. Lo fundamental es tener muchas ganas de correr y llevar pocas carreras en las piernas".

La victoria en el Mundial del 99 le permitió seguir en el ciclismo. El Vitalicio lo licenciaba y se fue al Mapei, italiano. Luego, al Rabobank. Y cree, con tristeza, que siempre será así, un emigrante. "Me gustaría estar en un equipo español, pero me siguen valorando más fuera", comenta; "creo que nunca voy a volver a correr en un equipo español. Siempre son los de fuera los que apuestan más fuerte por mí. Estoy contento de haber estado en el Mapei y ahora en el Rabobank. Astarloa está en el extranjero. Valverde, si fuera libre, también. No sé si es por potencial económico o porque valoran más a los corredores de un día como Astarloa, Flecha o yo". Los otros posos de amargura le llegan de que quizás la Copa del Mundo, el sueño que le falta por cumplir, sea un imposible, ya que, si entra en vigor el UCI ProTour, es una competición que desaparecerá. Y a los muchos que creen que su cuarto arco iris lo logrará en Madrid 2005 les responde que lo más seguro es que no: "El recorrido no parece muy duro. La selección italiana, con Petacchi, es más favorita. Me habría gustado que en España lo hubieran hecho más duro".

En un coche de alquiler, al mediodía, Freire y Laura se fueron a Coldrerio, el pueblo suizo del Ticino, la zona italoparlante, en el que viven desde hace un par de años. Aún le queda por correr la París-Tours y el Giro de Lombardía. Aún no sabe cuando volverá a Torrelavega, donde le esperan homenajes. Ahora le aguardan sus vecinos suizos, el del supermercado de abajo, que le vuelve loco con sus atenciones; los de los bares, que le invitan al café, su alegría sencilla.

Óscar Freire, sonriente tras su triunfo.
Óscar Freire, sonriente tras su triunfo.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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