Rajoy prescinde de Carlos Aragonés, el hombre en la sombra del aznarismo desde 1987
El ex jefe de gabinete en La Moncloa no será adjunto al presidente, un cargo creado para él
Mariano Rajoy escenificó ayer la ruptura con el aznarismo. Lo hizo por la vía de prescindir de Carlos Aragonés, el hombre en la sombra de José María Aznar desde 1987. Fue el todopoderoso jefe de gabinete de Aznar desde su etapa de presidente de Castilla y León. Y pasó a formar parte del equipo de Mariano Rajoy hace poco menos de un año para ayudarle en la campaña electoral. Tras la derrota, Rajoy remodeló la estructura de dirección del PP y se inventó un cargo especial para Aragonés: adjunto al secretario general y anunció que después sería el adjunto al presidente. No lo será.
Carlos Aragonés, madrileño de 48 años, continuará en el Comité Ejecutivo Nacional del PP y seguirá asistiendo a las restringidas reuniones de maitines que convoca Rajoy los lunes para analizar la estrategia a seguir en la semana. Pero ya no será el adjunto al presidente. Ese cargo se había incorporado expresamente a la nueva redacción de los Estatutos que aprobará este congreso. Ya existió en la primera etapa de Aznar como líder del PP en la oposición pero fue suprimida cuando Aznar ganó y ambos se fueron a La Moncloa.
El cargo de adjunto al presidente era una novedad de los Estatutos que se iba a aprobar en este congreso. Pero, toda vez que Rajoy decidió prescindir de Aragonés, los compromisarios reunidos anoche en la ponencia de Estatutos incorporaron una enmienda que suprime ese cargo. La enmienda fue aprobada. Y no habrá futuros Aragoneses en el equipo de Rajoy.
"Un poco maquiavélico"
Desde 1989, cuando Aznar se hizo con el liderazgo del PP en Madrid, su jefe de gabinete empezó a granjearse los enemigos que suelen aflorar contra quien es intocable y tiene todo el respaldo del líder. Buena parte de ellos se alinean en el entorno de Rodrigo Rato, con quien nunca se llevó nada bien. Licenciado en Filosofía, comenzó a trabajar con Aznar tras una breve etapa como documentalista en prensa. Quienes le conocen afirman que es "extremadamente inteligente, aunque un poco maquiavélico".
En el PP le han atribuido la capacidad de nombrar y cesar, incluso a ministros, durante los Gobiernos de Aznar. Y, tras la designación de Rajoy como líder del PP pareció que él era una herencia del aznarismo que éste asumía con agrado, pues aparentemente se llevan bien.
Las exégesis que los compromisarios populares hacían ayer de la destitución de Aragonés tenían tres líneas de interpretación. La más obvia es que Rajoy ha querido marcar una visible distancia con todo lo que significa el aznarismo y, de paso, avisar de que nadie es intocable. El propio Rajoy, que se dio un paseo por la sala de prensa para saludar a los periodistas, reiteró anoche que "habrá muchos cambios". Y el relevo de Carlos Aragonés ha sido el primero de ellos.
Una segunda interpretación es más compleja. Parte del comentario muy extendido en el PP y reconocido por él mismo, según fuentes cercanas al propio Aragonés, de que Aznar y su anterior jefe de gabinete se han distanciado en los últimos meses.
Con ese dato, según aseguraron ayer fuentes del PP, prescindir de Aragonés no es sólo una operación de imagen de alejamiento del aznarismo sino también una decisión que no va a dolerle demasiado al ex presidente del Gobierno.
Una tercera, y menos compleja, interpretación de la decisión de Aznar concluye que Rajoy "ya tiene un jefe de gabinete", Francisco Villar, que es un hombre de toda su confianza aunque no hace el papel de asesor.
Esa tarea, debido a su capacidad de analizar qué personas son las más adecuadas para cada encargo y qué cuestiones pueden llegar mejor como mensaje, sí seguirá desempeñándolas, pero ya sin cargo especial, Carlos Aragonés. Claro que, sin cargo, los muchos enemigos que se ha labrado pueden contar ahora las horas para empezar a pasarle factura.
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