Se jugaron la vida
¡Vaya afición y entrega de los novilleros! Se jugaron la vida ante el enrazado encierro de San Francisco de Asís sin importarles el barrizal en que se convirtió el ruedo a causa de una pertinaz lluvia, que empezó a caer desde una hora antes del inicio del festejo y siguió hasta la lidia del cuarto novillo.
Velázquez toreó con oficio al claro primero, pero por quedarse quieto constantemente era derribado al resbalarse el animal y no logró redondear su trasteo. Ante el celoso cuarto, con gran tranquilidad arriesgó mucho al darle la distancia idónea y así le ligó emotivos naturales, pero se le esfumó el trofeo por pinchar.
Cuando con el difícil segundo Huerta se afianzaba en la arena, el burel se entregaba y él lo lidiaba con limpieza, pero cuando se le veía dubitativo le atropellaba el engaño. Al lancear el quinto fue desarmado, Huerta se resbaló y el cornúpeta le arrolló. Sufrió una contusión del hombro derecho. Con gallardía lo muleteó sólo con la mano izquierda, pues con la derecha no podía sostener el engaño. Haciendo un gran esfuerzo lo despachó de un estoconazo. Inexplicablemente, el juez de plaza le negó el trofeo que a ley se había ganado y que el público pedía con insistencia.
Asís / Velázquez, Huerta, Ortiz
Novillos de San Francisco de Asís: hechos y bravos. Atanasio Velázquez: palmas; aviso y vuelta. Orlando Huerta: silencio; petición mayoritaria y vuelta con música. José Isabel Ortiz: palmas; petición y vuelta. Monumental Plaza México, 26 de septiembre, 4ª novillada. Mala entrada.
Ortiz refrendó el éxito de su presentación del pasado domingo 19 y con el alegre tercero volvió a lucirse con el capote y los rehiletes. Aunque el animal redujo su recorrido, el novillero se pasó al enemigo rozándole la taleguilla en unos sobrios naturales que remataba en la cadera. En el sexto nuevamente volvió a destacar al lancear y banderillear al violín. Con la pañosa se ajustó y con su sello personal inundó con señorío el ruedo al estructurar una tersa y variada faena. Hubo petición de oreja pero, nuevamente, el juez la denegó.
Babelia
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