Piano de múltiples lecturas

El piano de Dorantes sonó como nunca, con autoridad y decisión. Fue una música muy diversa, como nacida de estados de ánimo diferentes. Era así, a juzgar por el distinto cariz de los temas que integraron el concierto, pues abarcaron desde el toque directo de unas bulerías de nuevo cuño hasta la complejidad de un tema como Sur, lleno de sugerencias, de posibilidades constantemente abiertas.

Una música intensa, que marca tendencias en el autor. Dorantes es categórico cuando plantea, por ejemplo, un viejo tema de su padre que él recrea con la voz poderosa de José Valencia, o una triste balada en la voz -siempre bella y con gran sentido- de Lole Montoya. La guajira, en cambio, llena de musicalidad y dulzura, es un remanso de paz.

Dorantes introdujo novedades formales, al abandonar la interpretación en una especie de suite en tres movimientos que puso exclusivamente en manos del cuarteto Celliberia. El primer tiempo tuvo como base la siguiriya, el segundo estuvo inspirado en una melancólica tonada y el último en un remedo de la automoción actual. No fueron movimientos largos, pero los cuatro violonchelos le dieron una contundencia global y efectiva.

Otra interesante colaboración fue la del maestro indio Keshab Canti Showdhury, quien con las tablas de su país hizo en Atardecer un interesante análisis de las percusiones obteniendo la réplica de Tete Peña. Al final, todos juntos en el único tema que gozó de esta condición, el maestro indio se entregó a un virtuosismo eficiente.

Dorantes fue aclamado reiteradamente, hasta el punto de que tuvo que improvisar un tema por bulerías en que cantó Valencia y Lole bailó descalza. Un digno broche de oro para una jornada que fue realmente muy gratificante.