_
_
_
_
HISTORIAS DEL 'CALCIO' | FÚTBOL | Internacional
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La esencia de la romanidad

Enric González

Stendhal, que era del norte, decía que los romanos eran católicos descreídos con un sentido innato de la propia impunidad, mentirosos y fascinantes, tenaces en la pereza, orgullosos y carentes de dignidad, amantes de la elegancia, las cuchilladas, el oro y la sangre. A Stendhal, pese a ser del norte y pese a decir esas cosas, le gustaban los romanos. Y apreciaba el peculiar amor a la vida de una gente que, por obvias razones históricas, estaba de vuelta de todo.

La plantilla del Roma parece encarnar, actualmente, la esencia de la romanidad. La gente que bajo la tiranía de Fabio Capello dobló la cabeza y, pese a alguna que otra correría, trabajó, ganó un scudetto en 2001 y peleó con brillantez por el título la pasada temporada, se ha comido a Rudi Voeller en 25 días. "Esperaban que diera un puñetazo sobre la mesa y, en cambio, busqué el diálogo", decía ayer el pobre Voeller, que dimitió el sábado tras asistir a un espectáculo sórdido. La Roma perdió con el Bolonia, 3-1, pese a jugar con dos hombres más, o tres más si se cuenta, como parece justo, al árbitro.

Más información
El regreso del héroe romántico

"Diálogo". Pobre Rudi. Él sólo quería ayudar a su antiguo club en una emergencia. El ex entrenador de la selección alemana no es un Einstein del banquillo, pero tampoco se merece lo que ha hecho el Roma en este arranque de temporada. En el primer partido, Cassano se busca la expulsión agrediendo a un contrario. Dos días después, Cassano abandona el entrenamiento poniendo verde al mister. Ese mismo día, por la noche, Mexes es expulsado por pegar una patada cuando el balón rueda ya por Albacete. Un minuto más tarde, un espectador de tribuna le abre la cabeza al árbitro con una moneda. Totti, a todo esto, sigue comportándose como el niñato del escupitajo en Portugal y se dedica a polemizar a distancia con el traidor Capello, emigrado a Turín.

La Roma, es cierto, tuvo una desgracia cuando la temporada estaba a punto de arrancar. El sustituto de Capello, Cesare Prandelli, abandonó para dedicarse a su mujer, enferma de cáncer. Ese gesto humanísimo, que honra a Prandelli, desmontó todo el programa de preparación, pero podía haber servido para unir al grupo humano. Otros vestuarios habrían apretado los dientes y habrían hecho lo posible por salvar una campaña de transición, a la espera de que Prandelli regresara. Pero en Trigoria, el cuartel general de la Roma, las cosas no funcionan de esta forma.

¿Que en el Madrid también pasan cosas desagradables? ¿Que Camacho tampoco ha durado nada? Vale. Pero en la plantilla blanca hay unos cuantos campeones del mundo y un puñado de campeones de Europa, varios jugadores han iniciado el declive y, en último extremo, se podría justificar un poco de apatía. La Roma es joven y no tiene gran cosa en la vitrina. Sí tiene en el corazón, para su desgracia, toda la complejidad romana.

El partido de mañana será curioso. Depresivos contra pasotas. A ver quién gana.

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_