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Reportaje:FÚTBOL | Cuarta jornada de Liga

La mejor versión de Xavi llega con el mejor Barça

Liberado del puesto de medio centro, el azulgrana triunfa como volante ofensivo

Xavi Hernández (Terrassa, 1980) jugará esta noche en el Camp Nou su partido número 250 con la camiseta del Barcelona, seis años después de su debú, el 18 de agosto de 1998, en el viejo estadio Luis Sitjar de Mallorca, en la final de la Supercopa. La suya fue una actuación tan aseada que la coronó con un gol. A Louis van Gaal ya no le quedó ninguna duda, y le ascendió del Miniestadi al Camp Nou. Xavi se coronó como el nuevo medio centro del Barça hasta bien entrada la pasada temporada. El banquillo cambiaba de entrenador cada dos por tres. Van Gaal se fue, llegó Serra Ferrer, después de puso Charly Rexach, más tarde se recurrió a Radomir Antic y hasta regresó Van Gaal. Y ahí seguía Xavi, controlando y tocando a la derecha y a la izquierda, nada más, moviéndose en un radio de acción de unos 20 metros, poco terreno, tal que fuera una coraza, para su talento.

Hasta que la pasada temporada apareció Frank Rijkaard, movió ficha en invierno con la llegada de Davids, dejó que el 4 pasara a ser un medio defensivo y no un pivote, y a Xavi ya no le cegó ni la luz de Ronaldinho. La magia la ponía el brasileño y el fútbol lo activaba Xavi. "Sólo hay una diferencia, respecto al jugador de antes y al de ahora; hoy es más libre. Y más feliz", reconoce Joaquím Hernández, su padre, que no olvida que fue Iñaki Saez "el primero que le puso en la posición que ahora juega". Desde los 16 años, con Sáez como técnico, Xavi siempre fue libre en el campo y a la selección sub-21 española no le fue mal. En Nigeria ganaron el Mundial Sub-20 "y a Xavi le robaron el trofeo al mejor jugador", recuerda todavía Gabri, compañero suyo en aquel equipo y en el vestuario del Camp Nou.

Xavi creció en una casa tan futbolera que el perro se llama Gol. Joaquím, el padre, jugó en equipos de segunda fila hasta los 37 años y, después de colgar las botas, fundó la escuela de fútbol del Terrassa. A los cinco años, tras un partido con el equipo del colegio, supo que su hijo había nacido para el fútbol. Recuerda su padre que los niños de su equipo, en aquel partido, subían todos alocadamente a meter goles. Todos menos Xavi. Terminado el partido, cuando salió del vestuario, le preguntó la razón: "Que quieres, ¿que nos cogieran en una contra?", le contestó Xavi, siempre clarividente en el campo.

Un año después, Oriol Tort, el coordinador del fútbol base, le quiso fichar para el Barça. A los 9, lo consiguió. Desdes entonces, Xavi ha sido, categoría tras categoria, el típico 4 de la escuela azulgrana, heredero directo de Milla y Guardiola. La suya fue una progresión tan notoria que en su día se le intentó enfrentar a Guardiola cuando Van Gaal le dio la alternativa en detrimento del capitán. Xavi, sin embargo, siempre lo negó: "Con Pep jamás tuve un problema. Muy al contrario, me ayudó muchísimo".

"Lo primero que pensé al verle fue que lo hacía todo bien", asegura Guardiola, que el pasado domingo disfrutó desde Qatar del talento de Xavi tanto como viene haciéndolo desde hace años. "Siempre ha sido un superclase y ahora, jugando más cerca del área, se le nota más. No me extrañaría que creciera aún más porque nunca para de mejorar".

Ni futbolística ni físicamente, como recuerda Òscar Alvarez, hermano del capitán del Villarreal que hoy lucha contra su rodilla para volver al fútbol en Tenerife: "Xavi está mucho más cachas que cuando jugábamos juntos, pero sigue teniendo un ojo en la nuca". Era él quien le cubría las espaldas en el filial del Barça que logró el ascenso a Segunda A en 1998, un equipo en el que formaba medular con Gabri y Puyol, y Luis García metía los goles. "Patentamos una jugada", recuerda desde Liverpool el nuevo 10 de Anfield: "Me ponía de cara a él y si le miraba, Xavi me mandaba la bola alta, por encima del defensa, yo la cogía y en velocidad encaraba al portero". Metió tantos goles que el equipo subió a Segunda A y Xavi y Mario, hoy en el Málaga, se fueron de pretemporada con Van Gaal.

Pasados los partidos, sin embargo, Xavi ha dejado de ser sólo un pasador. "Juega más cerca del área y con su calidad, resulta determinante", asegura Gerard. "Se siente importante", resume Alexanko, que le ha visto progresar desde que en 1984 colgó las botas y se enroló en el cuerpo técnico del Barça.

"No sé dónde está mi límite", reconoce el jugador, "pero si no mejoro espero mantenerme". Xavi justifica su excelente nivel en "la confianza que tengo en mis posibilidades. Me siento importante y por eso rindo más". Liberado definitivamente del juego encorsetado del medio centro, allí donde Van Gaal no le permitía trasladar el balón -"control y pase, izquierda y derecha", le recordaba continuamente el holandés-, Xavi tiene ahora libertad de movimientos, y se asoma igual por el callejón del 8 o del 10 que como enganche. Al lado de Deco y Ronaldinho no ha perdido protagonismo sino que ha aumentado su ascendente sobre el equipo. Los números le avalan: ha metido cinco pases en el área -tres por la derecha, uno por el centro y el quinto por la izquierda-, uno acabó en gol y tres en remate a portería; le han hecho un penalti y ha rematado cinco veces entre los tres palos.

Rijkaard sólo pide a los centrocampistas que no se amontonen. Pueden cambiar de posición siempre que el eje y las bandas esten ocupadas. Y nadie tiene la vista periférica de Xavi. "Me basta mirar a Deco para entendernos", responde, mientras sus compañeros reclaman su internacionalidad. "Yo le daría el Balón de oro", concluye Eto´o. A mejor equipo, mejor es Xavi.

Xavi intenta taponar un disparo de Jorge, el pasado domingo en el Calderón.
Xavi intenta taponar un disparo de Jorge, el pasado domingo en el Calderón.RICARDO GUTIÉRREZ

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