El Bernabéu castiga a Roberto Carlos
El veredicto del Bernabéu fue unánime contra Roberto Carlos, mayoritario contra Beckham, y minoritario contra el resto, incluyendo el apacible palco de autoridades donde Florentino Pérez y Fernando Fernández Tapias charlaron tranquilamente antes del pitido inicial. Un día después de la estrepitosa renuncia de Camacho a su cargo, la gente acudió al fútbol más empujada por las ganas de contemplar figuras dolientes que para ver un buen partido.
En las gradas el juego no fue lo único que contó. Contó ese madridismo luctuoso lamentando la pérdida de su heroico Camacho, desaparecido en el frente de su propia y desigual guerra contra las estrellas del negocio. Y a esas estrellas condenó la hinchada a sufrir la pena de abucheos y pitos. Apenas salieron a calentar y durante media hora solamente. Después, nada. El fútbol tiene memoria selectiva.
El efecto inexorable de la dimisión de Camacho fue situar a los jugadores como culpables. Durante todo el primer tiempo la grada no dejó en paz a Roberto Carlos. Le calentaron los tímpanos cuando sacó de banda, cuando tocó la pelota, cuando se la llevó por la orilla... El brasileño fue, por una noche, tan impopular en Madrid como lo es en Brasil. La gente no le perdonó que fuese el primero en revolverse públicamente contra Camacho cuando precisamente este técnico había luchado por su renovación desde el primer día. A otro que tampoco disculparon fue a Beckham, el más mediático de los futbolistas. Si la gente no se metió más con el inglés no fue por falta de ganas sino porque el inglés procuró alejarse de la pelota hasta que pasara el vendaval. El gol le redimió.
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