El momento de Adriano
Quien no vio a Bernd Schuster en el Europeo de 1980, no vio jugar al auténtico Schuster. Quien conoció a Franz Beckenbauer en los años 70, descubrió a un gran directivo que se alineaba como defensa libre en el Bayern y la selección alemana, pero se perdió al maravilloso centrocampista que fue antes. A Ronaldo hubo que verle en el Barcelona; a Cruyff, en el Ajax. Y a Adriano Leite Ribeiro, 22 años, hay que verle ahora mismo.
Adriano es un prodigio. Tanto músculo (1,89 de estatura, 91 kilos) no puede moverse con tanta soltura, ni puede tocar el balón (calza un 46) con tanta delicadeza, ni puede colarse como se cuela por los rincones del área. Sobre todo, esa montaña de músculo contra la que, como dice su compañero Toldo, "los contrarios rebotan", no puede ser eternamente indestructible: si un día se rompe, se desmoronará en un chasquido de tendones y ligamentos y, aunque se cure, no volverá a ser lo mismo.
El año pasado, el fenómeno del calcio fue el milanista Kaká, un mediapunta delicioso, también brasileño, que esta temporada está arrancando con dificultades. Este año no hay otro rey que Adriano. En verano, siete goles, máximo goleador y mejor jugador de la Copa América. Con el Inter ha marcado siete tantos en los cinco partidos oficiales disputados hasta ahora, ha anotado siempre y ha sido siempre el mejor del equipo. Roman Abramovich, el multimillonario dueño del Chelsea, ofreció al parecer 84 millones de dólares para llevárselo, pero ni el Inter ni él mismo estuvieron por la labor.
Adriano, como Ronaldo, es hijo de las favelas. Y no ha perdido la modestia. Afirma que el propietario del Inter, Massimo Moratti, le sacó de la chabola (exagera: ya jugaba en el Flamengo y tenía un sueldo decente en 2001, cuando Moratti pagó por él 8,4 millones de dólares) y que nunca le traicionará. En fin, ya veremos. El caso es que Adriano no ha adoptado todavía las maneras de los divos, pese a acudir cada día al vestuario interista, que, junto al del Real Madrid, es probablemente una de las mejores escuelas del mundo en la materia, y se comporta como una fuerza benigna. Ayuda a los compañeros, no se queja, no protesta las decisiones de los árbitros, se lleva bien con Vieri (eso es, seguramente, lo más difícil) y da las gracias por todo.
Cuando murió su padre, unas semanas atrás, viajó a Brasil, acudió al entierro, estuvo un par de días con la familia, regresó a Milán y, tras una noche en blanco, saltó al césped y marcó.
Para Zaccheroni, técnico del Inter la pasada temporada, Adriano "es menos dinámico que el mejor Ronaldo, pero es mejor que el mejor Ronaldo". Adriano Galliani, la mano derecha de Silvio Berlusconi, ya ha dicho que su "ilusión" es alinearle en el Milan junto a Andy Shevchenko. La prensa italiana le ensalza cotidianamente. Antes de que todo esto le pese en los pies, en la cabeza y en el bolsillo, hay que verle jugar. Ahora.
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