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REPORTAJE

"Quiero su rehabilitación"

Una noche del verano de 1963, Pilar Vaqueriza encendió la radio como era su costumbre. Así se enteró de que su marido, Francisco Granados, había sido detenido en España, acusado de haber cometido dos atentados. Su sorpresa fue enorme, porque pensaba que él había dejado su casa de Alès, en el sur de Francia, donde vivía con ella y sus tres hijos (la mayor, de cinco años) porque estaba enfermo e iba a tratarse a España.

"Nunca me dijo nada de lo que hacía. Sabía que hablaba con personas que venían a verlo a casa, pero él me decía: 'Vete a dar una vuelta con los niños', y yo me iba", relató esta semana Vaqueriza en la casa de sus tíos en Madrid, donde se encuentra de vacaciones. Precisamente en la de su tío Gregorio Coronas, quien tuvo que cumplir 15 meses y cinco días en prisión por el mismo proceso que su marido. "Por haber ido a verle a la cárcel me llevaron por delante. Dijeron que yo era cómplice", cuenta éste.

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Cuando Pilar Vaqueriza se enteró de la ejecución de su marido, apenas dos semanas más tarde, perdió la cabeza. "Volví a casa y estaba como loca, llorando y desesperada. En ese momento yo no hablaba francés y tenía tres niños a mi cargo. La pequeña, de 20 meses... Me ingresaron cuatro veces en hospitales con depresiones y mientras los vecinos me guardaban a los chicos", explica. Desde entonces, cuenta, sufrió mucho.

Sin dinero ni trabajo, su padre consiguió que le emitieran un certificado de defunción de su esposo para solicitar la pensión de orfandad en Francia para sus hijos. "En él decían que mi marido había muerto de neumonía", agrega. "Con eso he vivido desde entonces". Y con la ayuda social que le proporcionó el Gobierno francés. Porque desde la ejecución de Granados, la familia no pudo regresar a España hasta la muerte de Franco. "Venía de vez en cuando a ver a mi familia, pero durante ocho años no pude", explica. En ese tiempo consiguió el estatus de refugiada política: "Así nadie me podía hacer nada", añade. Pero tuvieron que abandonar el pueblo y mudarse a Quillon, cerca de Perpiñán. "En los pueblos, todo se sabe, y yo no quería que mis hijos crecieran así. Allí estoy desde hace 40 años", dice.Con el fin del régimen franquista, solicitó la nacionalidad francesa, para poder quedarse en el país donde nacieron dos de sus tres hijos y ahora también sus nietos.

Pilar Vaqueriza sabe que el proceso judicial deberá volver a empezar. "Siempre que sea necesario volveré a empezar. Pero pido justicia y la rehabilitación para las víctimas del franquismo y para mi marido. Porque él no hizo lo que dicen que hizo", asegura. Ella espera recibir algún día una pensión como viuda de una víctima del franquismo u otra compensación. "Yo nunca he recibido nada", se lamenta.

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