Un minuto es un minuto
Comenzó el festejo con un minuto de silencio en memoria de Matías Prats Cañete. Su voz inconfundible estuvo unida estrechamente al periodismo taurino, amén de ser un gran aficionado. Los minutos de silencio en la plaza de Las Ventas no tienen 60 segundos. No es que el público se levante solemne con cronómetro en mano. Demasiada importancia no tiene el asunto, pero siempre hay algún impaciente -se sospecha que siempre es el mismo- que cierra el espacio pasado el medio minuto y arranca la ovación a toda prisa. El resto del personal allá se queda reconstruyendo su espacio temporal y pensando en comprarle un reloj con segundero.
Los novillos de Navalrosal salieron mansos. Era aparecer a cámara lenta por los chiqueros y ya estaban buscando al mayoral entre tanto turista. Mansos que había que meter en la muleta con técnicas lidiadoras al más puro estilo clásico. Los novilleros se empeñaban en ejecutar el toreo moderno, que tanto está de moda, y Fandiño fue el único que se enteró de la misa la media. Poco pudo hacer con su inválido primero, salvo hacer carreritas después de cada pase. Tuvo que matar al segundo de Barea, un manso huidizo de cuidao. Asentó las zapatillas en la arena, se cruzó, porfió y arrancó algún natural. No le hizo falta meterse en el burladero. Ganó terreno con el capote al que hacía quinto. Cogió la muleta con la izquierda y antes de darse cuenta ya estaba rodando por el suelo. Fandiño se creció e instrumentó unos ayudados por alto y auténticos pases de pecho. Fue lo más meritorio. Le dieron una oreja, pero no fue para tanto.
Navalrosal / Barea, Fandiño, José
Novillos de Navalrosal, mansos. Manuel Barea El Arqueño: palmas; cogido en su 2º. Iván Fandiño: silencio; palmas; oreja. Héctor José: silencio; silencio. Plaza de las Ventas. 12 de septiembre. Un cuarto de entrada. Enfermería: Barea fue intervenido de una cornada en el muslo izquierdo de 20 centímetros.
Barea desaprovechó la nobleza de su primero, y el colombiano Héctor José estuvo aseado, correcto sin más.
Babelia
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