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Crónica:VUELTA 2004
Crónica
Texto informativo con interpretación

Industrias Petacchi, SL

El italiano consigue junto al Turia su tercera victoria en la presente edición de la ronda española

Carlos Arribas

Dicen los críticos del UCI ProTour -el selecto club de 18 equipos que tendrá el deber de participar en las mejores carreras- que más que pergeñado por mentes ciclistas, que más que puesto en marcha por gestores deportivos, es un proyecto dirigido, restringido, censurado por empresas de auditoría, que más que por criterios deportivos se guiará por cuentas de resultados, presupuestos ajustados y balances equilibrados. "¿Y qué tiene eso de malo?", preguntaría Alessandro Petacchi, industrial de la victoria.

El abuelo Petacchi, pelo blanco o quizás calvo, pero los mismos ojos azules, la misma mirada triste, sentará un día a su nieto en sus rodillas. "Ven, que tu abuelo te va a contar sus batallitas de cuando era ciclista". Y empezará a hablar. A los dos minutos, el nieto, que no se puede zafar, no podrá evitar interrumpirlo. "Espera, abuelo, espera un poquito, ¿me estás contando tus batallas, me estás hablando de ciclismo, ese deporte de leyenda, mitos, dolor y epopeyas, o me estás leyendo un dossier bursátil, balance, un arqueo, un informe de producción industrial?". La aportación de Petacchi, sprinter invencible, a la historia del ciclismo serán sus números. Su triunfo de ayer en la Alameda de Valencia, bochornosa y húmeda junto al viejo Turia, por delante de los habituales Zabel -por Petacchi o por Freire, siempre segundo- y Freire, es el tercero que consigue esta Vuelta, el 11º en sus cuatro participaciones en la ronda española, el 20º de la actual temporada -en la que destacan nueve victorias en el Giro: récord de posguerra en la carrera rosa-, el 30º en las tres grandes rondas, el 72º en sus cinco años en el Fassa Bortolo.

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Aunque el italiano de La Spezia, al sur de Génova, de 30 años, intente adobar los datos con sensaciones, no puede ir más allá de explicar cosas como "hoy me encontraba verdaderamente fuerte y le pedí a Trenti que se apartara antes de lo habitual, a 300 metros de la meta, para dejarme hacer un verdadero sprint de fuerza. Es que era la primera vez en toda la Vuelta que me sentía realmente bien".

Petacchi, su empresa, su grupo industrial, produce victorias en etapas llanas de todo tipo de vueltas lo mismo que podía producir churros, con un molde, un método invariable, infalible. Lanzado por tres compañeros que se relevan, levantan el pie, se dejan ir en los últimos dos kilómetros, día tras día, en amplias avenidas, en largas rectas, Petacchi, todo potencia lanzada, cuerpo grande y fuerte -es un tipo Cipollini pero sin estados de ánimo, sin ira aparente, sin sus gracias o sus desmanes-, se encuentra solo, a 70 por hora, al frente de todos, la pancarta final a 200 o 300 metros, los rivales, un par de ellos, más bajitos, desheredados sin tren, pegándose a su espalda por coger su rueda, por disfrutar de su aspiración, por intentar lo imposible, Zabel y Freire, artesanos del asunto. Nueve de cada diez veces, no mediando un error, una fatiga sobrevenida, Petacchi gana. Cumple los trámites. Se retira. Añade otra victoria a su cadena de producción. Da un beso a sus empleados. Habla con la prensa, moviendo el cuello en ejercicios de relajación. Habla de números, de su sustento vital como ciclista, de su valor, de victorias, de producción. "Creo que me quedaré esta Vuelta en cinco victorias, como el año pasado", dice. "Va a ser difícil pasar de cinco porque apenas quedan oportunidades de sprint masivo. De todos modos, si no paso de tres tampoco pasa nada. Otra vez he hecho una temporada increíble".

En la meta, mientras el frío y eficiente, el industrioso, Petacchi visita otro podio, los corredores que sufren y padecen, que sienten, se desfogan. Hamilton luce una férula en la muñeca derecha -siguiendo la moda Mancebo-no porque le vaya el fetichismo -no hay carrera importante en la que el americano pecoso no luzca los últimos adelantos en vendas, apósitos u otras ortopedias correctivas- sino porque sufre una elongación en el tendón. Hunter, el surafricano rubio, busca a Luis Pérez, el madrileño del Cofidis, para "cortarle el cuello". Detrás de la producción industrial hay siempre trabajadores que sufren para cumplir lo exigido por el capataz: en mitad de un abanico, en la autovía de Valencia, Hunter, que trabaja para Freire, tiró del maillot a Pérez, currante de O'Grady. Éste se volvió y le frenó. El otro se descolgó y le buscó. Por poco le alcanza con su puño. A ambos les multaron con 300 euros por perjudicar "la imagen del ciclismo".

Petacchi levanta los brazos al cruzar la meta por delante de Zabel y Freire.
Petacchi levanta los brazos al cruzar la meta por delante de Zabel y Freire.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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