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Reportaje:

El cura de los inmigrantes

Un párroco de Málaga ha acogido a unos 600 'sin papeles' en cuatro años para ayudarles a regularizar su situación

Juana Viúdez

Desde hace cuatro años, la parroquia de San José Obrero de Málaga presume de familia numerosa. Su párroco, Ángel Rodríguez, ha alojado a más de 600 inmigrantes a los que ha brindado además de un techo y comida caliente, clases de español y la oportunidad de aprender un oficio. Actualmente, una treintena de inmigrantes llegados en patera aprenden albañilería en el patio de la parroquia. La policía hace la vista gorda a su estancia mientras el cura les gestiona un permiso de trabajo, algo que, reconoce, "es muy complicado".

"Los padres no sólo te dan de comer, te obligan a estudiar para que tengas un futuro", explica Rodríguez. "Todos me llaman papa... con minúscula", dice sonriente. El religioso, de 74 años, recibe en pantalón y camiseta. Intercambia con antiguos huéspedes apretones de manos más propios del Bronx que del barrio de Carranque, la zona obrera de Málaga en la que se encuentra la parroquia. Lleva un parche en el ojo y un par de muletas reposan en su rodilla.

El religioso realiza su labor humanitaria sin ningún tipo de ayuda oficial

"No ha habido pelea alguna, y eso que la cosa ha sido muy variopinta". En los dormitorios de la parroquia, donde impartía catequesis, han dormido inmigrantes de 13 nacionalidades, entre los que había budistas, musulmanes y judíos. Allí han correteado cuatro bebés, "que ya tienen casa", e incluso ha casado a alguna pareja. Todo positivo. "Es gente francamente sana".

Su labor carece de ayudas oficiales. Tiene una "caja de los milagros" de la que saca para gastos en comida e higiene. "Se lavan los dientes más que los gatos las uñas y no veas cómo comen; esos músculos no están así de pasar hambre", bromea. En la cocina se amontonan patatas, cebollas y paquetes de legumbres. Michael, sordo a causa de un bofetón que le propinó un policía de Marruecos, según afirma, se encarga de cocinar. Es de los pocos marroquíes que ha regularizado su situación. En la parroquia, la mayoría son subsaharianos, que se quedan en España con una orden de expulsión que en la práctica les permite vagar sin papeles.

Cada pocos meses deben cambiar la lavadora. Piensan comprar una industrial, pero no podrán hacerlo hasta que algún sobre, "de ésos que vienen sin nombre", les eche una manita. Contento porque el Gobierno "está abriendo la mano" con los inmigrantes, el religioso lamenta la falta de ayuda. Solicitó a los servicios sociales un edificio para impartir talleres, pero la respuesta ha sido el silencio.

Velar por una treintena de personas da mucho trabajo. "Buscarles una casa es una heroicidad", relata. Llama a los anuncios y los dueños de las viviendas se muestran encantados hasta que les dice que la casa es para una persona africana. Lo mismo ocurre cuando llegan a la parroquia buscando gente para trabajar. "Con personas que rechazan a otras por su color no quiero tratos", comenta.

Rodríguez llegó a esta iglesia hace 24 años. Los vecinos de Carranque se toman su labor de forma desigual. "La mayoría los acepta, pero hay otros que ven demasiados negros", sentencia.

A la derecha, Ángel Rodríguez, párroco de la iglesia de San José Obrero (Málaga), junto a dos inmigrantes.
A la derecha, Ángel Rodríguez, párroco de la iglesia de San José Obrero (Málaga), junto a dos inmigrantes.LOBERA

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Sobre la firma

Juana Viúdez
Es redactora de la sección de España, donde realiza labores de redacción y edición. Ha desarrollado la mayor parte de su trayectoria profesional en EL PAÍS. Antes trabajó en el diario Málaga Hoy y en Cadena Ser. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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