En busca de algo perdido
Daniel Besse es autor, director, actor: su primera obra ganó el Premio Molière en dos especialidades, y ésta ha sido estrenada hace un año con éxito. Adelanto este antecedente para estimular a quienes vayan a verla para que busquen las razones y el fondo: algo se ha perdido, no sé si por la versión o la dirección, en la interpretación. O en el espíritu del crítico y de los espectadores. Traduzco un párrafo de la crítica de Le Figaro: "La obra está hecha de pequeños compromisos verbales: palabras que no dicen lo que se supone que quieren decir, frases oscilantes, juguetonas, que se balancean; silencios, comentarios no hablados que, inteligentemente, se dejan atrás, expresiones oblicuas, verdades temporales y hechos conocidos pero mal interpretados... ¡Y ustedes ríen a carcajadas!" (Armèlle Héliot).
Hipotecados
De Daniel Besse. Versión de Arteche. Intérpretes: Pedro Osinaga, Manuel Tejada, Remedios Cervantes, Antonio Buale. Director: Franciso Vidal. Teatro Real Cinema, Madrid.
Quedémonos con la crítica francesa, mejor que con la mía.
De la hora y media, aproximadamente, de la representación, un poco más de una hora es anodina, y tres personas charlan de cosas normales: problemas con un piso que acaban de adquirir, dificultades de pareja, sospechas de uno de ellos de que su pareja le ha abandonado... No parecen interesar mucho y el lenguaje no tiene chispa, brillo, esgrima. Más bien nada.
Hacia la última media hora, aparece una revelación que parece tener más chisme: el abandonado por su pareja lleva engañado mucho tiempo... Y al terminar, otra revelación sobre la naturaleza de su amor. Las carcajadas no existen o al menos no existieron en la representación del domingo a las cinco de la tarde -buena entrada; y, a la salida, muchos espectadores esperaban la segunda función, atraídos, sobre todo, por Pedro Osinaga, un buen actor con muchos adictos-. Algunas personas rieron ante algo que las sorprendía. A las demás no pareció sorprenderles nada. Así que prefiero que el lector crea en la crítica de Le Figaro de París, que traduzco a golpes, más que en la mía.
Babelia
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