La reina de la pértiga
La rusa Yelena Isinbayeva, que batió su séptimo récord en lo que va de año, se autoproclama heredera de Bubka
Hace 20 años los hombres y las mujeres se parecían menos que hoy. Hace 20 años el salto con pértiga femenino era un acontecimiento testimonial. En 1984 el récord de Jana Edwards, 3,59 metros, estaba casi dos metros y medio por debajo del récord de Serguei Bubka, de 5,85. Hasta 1997 la pértiga femenina no entró en el programa de los Mundiales de atletismo y sólo a partir de 2000 se incorporó a la competición olímpica. Y hasta este verano la pértiga femenina no encontró una superdotada capaz de elegir cuándo y cómo romper el récord del mundo. Una estrella capaz de compararse con el gran Bubka. En eso se ha convertido la rusa Yelena Isinbayeva, que a sus 22 años promete acercarse a un metro de los hombres.
En lo que va de 2004 Isinbayeva ha establecido siete plusmarcas mundiales que amenazan con superar los cinco metros. La última, al saltar sobre un listón situado a 4,92 en la reunión de la Liga de Oro celebrada en Bruselas el viernes pasado. "Las mujeres pueden volar igual de alto que los hombres", dijo, "y no veo por qué yo no puedo hacerlo un metro por debajo".
Isinbayeva nació en Volgogrado, al norte del Cáucaso, en 1982 y practicó la gimnasia hasta los 14 años. Quiso ser gimnasta pero creció demasiado, por encima de metro setenta. Tenía planta de saltadora y un técnico le recomendó que probase en el atletismo. "Por entonces", recuerda, "nunca había oído hablar de Bubka".
A las órdenes de Yevgeni Trofimov, un entrenador de aspecto bonachón que siempre la acompaña desde la grada armado de dos grandes bigotes de cosaco, Isinbayeva se aplicó en el manejo de la pértiga. En 1999, en el campeonato nacional ruso, organizado en Tula, logró saltar por encima de los 4,20 metros. Tenía 17 años y demostraba una facilidad asombrosa para orientarse y mantener el equilibrio en pleno vuelo vertical. Los años entregada a la gimnasia no habían sido en vano.
La inclusión de la pértiga femenina en los Campeonatos del Mundo de Atenas, en 1997, coincidieron con el auge de la australiana Emma George. George, que alcanzó los 4,60 metros, batió el récord mundial en doce ocasiones entre 1994 y 1999. Sin embargo, sus marcas tienen un valor relativo. Sólo dos fueron logradas fuera de Australia. George llegó a convertirse en una celebridad en su país, pero rara vez participó en una competición relevante hasta Sidney. Los Juegos de 2000 fueron los primeros en admitir la pértiga femenina, en buena medida, por el impulso del comité organizador. Sin embargo, la estrella de Sidney no fue la elusiva George, sino la aguerrida estadounidense Stacy Dragila.
La hipertrofiada George, mujer de espaldas anchas y músculos viriles, nunca saltó con la agilidad de sus sucesoras, pero su aparición tuvo poder fundacional. En su estela, centímetro a centímetro, Dragila, la rusa Svetlana Feofanova, y luego Isinbayeva, abrieron la senda a las mujeres en el mundo del salto con pértiga. Un mundo que, como descubrió Isinbayeva, puede resultar muy lucrativo cuando se tiene lo que hay que tener.
"Yo nunca he sido rica", dijo, tras conseguir el único récord mundial registrado en los Juegos de Atenas; "y quiero serlo. Por eso iré centímetro a centímetro, como hacía Bubka, que así aprovechó sus marcas".
El ucraniano Bubka cobraba por récord y así se batió a sí mismo todas las veces que pudo. Lo mismo ha hecho Isinbayeva, cuyo récord ha evolucionado en ocho ocasiones desde 2003. Ocho récords por un centímetro, ocho premios. Por el último, el de Bruselas, la Liga de Oro le pagó 90.000 dólares.
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