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Columna
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Turbante

KÁMIL UZMAN, el protagonista de la novela Los turbantes de Venecia (Alianza) del escritor turco Nedim Gürsel, es un historiador de arte y pintor, que, siguiendo las huellas otomanas en la pintura occidental, se presenta en la Venecia actual para completar su investigación sobre Gentile Bellini (hacia 1429-1507), el primogénito de esta célebre dinastía familiar de excelsos artistas, pero que, además, trabajó un par de años, entre 1479 y 1481, en la corte de Constantinopla al servicio del temible y audaz sultán Mehemet II. Al parecer decoró con escenas eróticas, luego destruidas por Bayaceto, el harén del sultán, al que también retrató, obra conservada en la National Gallery de Londres. Entre la escasa producción conservada de Gentile Bellini, especialista en composiciones profesionales, hay una, realizada junto con su hermano Giovanni, Predicación de San Marcos en Alejandría (hacia 1505), donde se representa un abundante tropel de hombres con turbantes a la manera turca, uno de los signos que acreditan la inmersión en este mundo oriental del pintor veneciano.

Sin necesidad de sólo centrarse en Gentile Bellini, mil detalles orientales perduran en la Venecia actual, pues no en balde la relación de ésta con Constantinopla fue muy honda y duradera. Todo esto lo pone de relieve, con amorosa delectación, Kámil Uzman, el cual no tarda en desplegar más ampliamente el acicate de su pesquisa, entrelazando esta historia con otras de la presencia turca en el mundo occidental y, en particular, significativamente, la de otro pintor compatriota, Friket Muallá, que vivió inmerso en la vanguardia parisiense del siglo XX. De esta manera, como si se desenredara la compleja arquitectura de un turbante, Uzman, a través de los múltiples lazos que han unido la cultura otomana con la occidental, no sólo evoca un sinfín de estos elocuentes datos, sino, sobre todo, con cierta melancolía, la raíz mediterránea que fundó una civilización acaso ya perdida.

En la monumental Historia de Venecia (Almed), del canadiense John Julius Norwich, el lector interesado podrá encontrar una copiosísima información sobre la vocación orientalista de la República de mayor duración histórica, cuyo primer dogo, Orso Ipato, gobernó entre el 726 y el 737, mientras que el último, Lodovico Manin, lo hizo entre 1789 y 1797, lo que significa más de mil años de historia independiente. Pero lo milagroso de Venecia no fue tanto la duración de su inigualable poderío, sino que, al quebrantarse éste durante el siglo XVI, supo mantener incólume su orgullo y transformar en fascinada admiración lo que antes sólo había logrado por la intimidación de las armas. En el fondo, lo que al final busca Kámil Uzman en Venecia no es, por tanto, la elipsis de su propia identidad, sino precisamente el secreto de la belleza, cuyo talismán artístico, junto con el amor, hace de un vulgar tocado de tela la historia más memorable.

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