_
_
_
_
CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Valeri Gergiev se merece una 'txapela'

En vísperas de sus tres conciertos en el Festival de Lucerna con la Filarmónica de Viena, Valeri Gergiev ha debutado en San Sebastián con la Orquesta de Rotterdam, de la que es titular desde 1995. Sus dos experiencias anteriores en la vecina Bilbao con óperas de Mussorgski fueron muy gratificantes y, tal vez por ello, el carismático director ruso ha elegido para la Quincena otra obra de Mussorgski -los populares Cuadros de una exposición- como cierre del primero de sus conciertos en la capital donostiarra. Eso sí, matizada por la orquestación de Ravel, un vasco entre España y Francia, como escribe el musicólogo Jorge de Persia en el programa general de la Quincena, no sin precisar además que su concierto para piano en sol mayor suena, según sus allegados, a costa vasca. El caso es que fue un detalle amable de Gergiev esta presentación con Ravel aquí en Guipúzcoa, aunque los resultados artísticos se elevaron considerablemente cuando Mussorgski hizo su aparición en escena.

Valeri Gergiev es un director extremadamente pasional e imprime una fuerza al repertorio eslavo realmente inaudita. Anteayer en San Sebastián revalidó los méritos que le han dado su prestigio. Su lectura de los Cuadros fue vibrante y contrastada, con impulsos emocionales muy acusados y manteniendo en todo momento un gran control estructural para que ningún detalle se le fuese de las manos. La Filarmónica de Rotterdam se lució, especialmente en las secciones de viento. Es una buena orquesta, aunque no excepcional, que siguió con esmero las indicaciones del maestro y no se echó atrás en ningún momento en las convulsiones dinámicas. Fue una gran versión de los Cuadros de una exposición: brillante, matizada, incluso idiomática.

En Ravel las impresiones no fueron tan satisfactorias, a pesar de las buenas intenciones. Todavía no se ha disipado el recuerdo de la visita a San Sebastián de otra orquesta holandesa, la del Concertgebouw de Amsterdam con Riccardo Chailly, con una versión de La valse sensiblemente más sugerente. Gergiev dio la permanente impresión de encontrarse cansado o, lo que es más preocupante, poco imaginativo en el desvelamiento de colores, ritmos, timbres y matices. El pianista del concierto en sol mayor, Alexandr Melnikov, no sobrepasó los límites de una corrección bien entendida, y en cuanto a la Alborada del gracioso no pasó de ser una pieza de calentamiento, muy bien realizada desde luego, pero sin la chispa que se supone en un maestro como Gergiev.

El aficionado donostiarra tiene hoy la ocasión de escuchar la versión pianística original de Cuadros de una exposición en Chillida-leku con Miguel Ituarte, en la sesión dedicada a la pintura dentro del ciclo Cuatro impulsos creadores, cuyos martes anteriores versaron alrededor de la palabra, el concepto y la improvisación. Tiene el aficionado en la memoria inmediata la excelente versión orquestal de Gergiev. El juego de comparaciones no puede ser más estimulante.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_