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Columna
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La huella vasca

Según el Informe Planeta Vivo 2002, elaborado por el World Wildlife Found, la Humanidad está consumiendo un 20% más de los recursos naturales que la Tierra es capaz de regenerar. Esta cifra crece cada año, calculando que para el año 2050 los seres humanos consumiremos entre el 180% y el 220% de la capacidad biológica de la Tierra. Nuestro modo de vida es, pues, radicalmente insostenible. Ahora bien, este sobreconsumo no se reparte por igual en las distintas regiones del planeta. El informe al que nos estamos refiriendo ha calculado en 1,9 hectáreas por persona la huella ecológica media para el sostenimiento de la población mundial. La huella ecológica de una población es la superficie total de tierra o mar productivos necesaria para producir las cosechas, carne, pesca, madera y fibras que consume, para mantener su consumo energético y para proporcionar espacio para sus infraestructuras sin poner en peligro los recursos del planeta. Pues bien: si la huella ecológica media de un asiático o africano es menor de 1,4, la de un europeo occidental es de 5 y la de un norteamericano de 9,6 hectáreas. En estas condiciones, para que todas las personas del mundo alcanzaran el nivel de consumo actual de los EEUU, con la tecnología existente, harían falta otros cuatro planetas Tierra. Resulta, pues, que el Big Mac no es universalizable. Pero no nos consolemos con un antiamericanismo fácil: tampoco son universalizables el chuletón o el solomillo.

El consejero de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente del Gobierno vasco, Sabin Intxaurraga, ha protagonizado durante este verano dos iniciativas de enorme calado que, desgraciadamente, han pasado sin pena ni gloria. La primera de ellas tiene que ver con esa medida del desarrollo sostenible que es la huella ecológica. Según señalaba Intxaurraga, la pretensión de generalizar a toda la humanidad el nivel y el modelo de consumo de la población vasca exigiría disponer de los recursos de casi tres planetas Tierra. Lo cual, no hace falta decirlo, es imposible. ¿No decía la popular canción eso de que Euskadi es tan pequeño que no se ve en el mapa, pero bebiendo vino nos conoce hasta el Papa? Pues bien: no sólo consumimos en exceso cuando del vino se trata. La segunda iniciativa ha sido la de cuestionar la conveniencia de construir la llamada Supersur, esa nueva variante metropolitana que aspira, según sus promotores, a poner fin a la congestión estructural que hoy sufre la A-8. En su análisis, publicado en forma de artículo (puede consultarse, junto con la respuesta al mismo del consejero de Transportes en la página web de la consejería de Ordenación del Territorio y Medio Ambiente), Intxaurraga advertía del hecho constatable de que, en ausencia de otras medidas que desanimen el uso del coche y promocionen el transporte público, más carreteras significa más coches, dado que nuestra capacidad de usar el coche parece ser infinita. Es ésta una advertencia fundamental, que podría referirse a otros ámbitos relacionados con el consumo y el medio ambiente: construimos incineradoras de residuos urbanos y el volumen de estos residuos no deja de aumentar; construimos parques eólicos, pero no se reduce el consumo de energía; crecen las tasas de reciclaje, pero aumenta el consumo de todo tipo de productos. Advertía también Intxaurraga del riesgo ecológico del transporte de personas y mercancías por carretera, defendiendo la progresiva sustitución de esta forma de transporte por el ferrocarril.

El exitoso modelo de crecimiento económico vasco se basó, entre los siglos XVI y XIX, en dos actividades que hoy se han convertido en paradigma del maltrato medioambiental: la destrucción del bosque autóctono para utilizar la madera como combustible en las ferrerías y la caza de ballenas. En ambas actividades los vascos fuimos igualmente expertos, y aunque la segunda tenga más épica que la primera, las dos fueron fundamentales para nuestro desarrollo. Hoy seguimos por esta vía.

Las dos intervenciones del consejero Itxaurraga deberían servir para abrir un debate en profundidad sobre estas cuestiones. Pero no ha sido así. Si hubiera hablado sobre el plan o sobre la crisis de EA seguro que le hubiésemos prestado atención. Eso sí que es importante. Pero todo esto del modelo de desarrollo y el estilo de vida..., ¡bah!, serpientes de verano.

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