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Reportaje:Atenas 2004 | EL DÍA DESPUÉS

Orgullo y sorpresa

Pese a todos los problemas y las dudas previas, Grecia pasa con nota su mayor desafío organizativo

Ni en sus mejores sueños se había imaginado Grecia que hoy, tras echar el telón a los Juegos, cuando toca hacer y rendir cuentas, los responsables de montar ese gigantesco y complejo tinglado sonreirían tan felices. Pero no hay duda: pese a los enormes temores y a la sombra dejada por el dopaje la primera semana, el país ha pasado con nota la prueba. Era su gran examen. El reto de todos los retos. Porque los Juegos han sido, sin duda alguna, el acontecimiento internacional más importante y más caro -las últimas estimaciones hablan de un coste de 10.000 millones de euros- que haya protagonizado Grecia en el último siglo, justo desde que en 1896 los recuperase en su versión moderna.

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Desde entonces hasta ahora, Grecia no había asumido ningún otro desafío de semejante magnitud. Un país mediterráneo, de sólo diez millones de habitantes, con tendencia al caos y el retraso, organizando el evento deportivo más importante del mundo. Y, sin embargo, hoy, a la hora del balance, existe unanimidad: los Juegos de Atenas, los primeros en celebrarse en el nuevo panorama internacional que dejaron los atentados terroristas del 11-S, han sido un éxito de organización y un triunfo para la ciudad, para los atenienses y, en general, para los griegos.

Junto al temor por la economía postolímpica, ésa es la sensación general en el país -ayer, la mayoría de los diarios griegos ya hablaban de balance positivo-, pero también a nivel internacional. Hasta los países que habían sido más críticos con la preparación griega para los Juegos -Australia, Reino Unido y Estados Unidos- sólo tienen palabras de elogio para Atenas. Las instalaciones deportivas han sido consideradas como las mejores de todos los Juegos celebrados. El transporte público, uno de los grandes temores, ha funcionado a la perfección. No se han registrado problemas de circulación, el mal endémico de la capital griega. Y la seguridad, el capítulo al que más dinero (unos 1,2 millones de euros) y más críticas se han dedicado, no ha afrontado ningún problema serio, sin que por ello la ciudad diese la sensación de estar tomada por las fuerzas del orden. Puede ser exagerado, pero se habla ya de los Juegos más seguros de la historia.

De modo que, pese al escepticismo previo, la imagen de Atenas ha salido beneficiada de los Juegos. Los griegos y los extranjeros han descubierto una nueva cara de la ciudad, mucho más amable. Como sucedió en Barcelona 92, ésa es ahora la gran esperanza del país. Que los Juegos sirvan de punto de partida para el despegue del turismo, un sector que cae en picado desde hace cuatro años y que ni siquiera durante los Juegos se ha logrado recuperar: se estima que a final de año habrá descendido un 10% respecto a 2003. De hecho, ése ha sido uno de los pocos peros. Los organizadores han sido incapaces de atraer a los turistas y los elevados precios de los hoteles han disuadido a un buen número de ellos. Durante la primera semana de competición, Atenas pareció casi vacía. Y, desde el primero al último día, las gradas de los estadios, excepto en los deportes más populares, como el baloncesto, la natación o el atletismo, han presentado serias calvas. Algo que tiene su lógica si se toma en cuenta que los griegos, cuyo sueldo medio no supera los 600 euros mensuales, han tenido que soportar mayoritariamente el peso de llenarlas.

Pese a ello, y en un giro repentino obrado tan sólo unos días antes de la inauguración, la venta de entradas ha superado las previsiones. Frente a los tres millones de boletos que se esperaba dispensar y los 183 millones de euros de recaudación, se ha llegado hasta los 3,5 millones de entradas y casi 200 millones de euros. Atenas supera así a Barcelona, que se quedó en 3,16 millones de entradas, pero no alcanza a Sidney 2000, que llegó hasta los 4,5 millones.

Los Juegos dejan también otra gran herencia: una nueva infraestructura viaria (algo más de 100 kilómetros de autopistas); más y mejores medios de transporte público (ampliación del metro, nuevo tranvía y tren de cercanías), y un comportamiento viario desconocido hasta ahora y ejemplar (se ha respetado el carril olímpico y un 85% de los espectadores se han desplazado a los estadios en transporte público) que el Gobierno de Kostas Karamanlís confía en poder prolongar desde hoy.

La Atenas postolímpica es una nueva ciudad, orgullosa de sí misma y de sus Juegos y que mira al futuro con más optimismo que hace dos semanas.

El alcalde de Pekín, Wang Qishan, recibe la bandera olímpica en presencia de Jacques Rogge, a la derecha, presidente del COI, e Hicham El Guerruj, a la izquierda.
El alcalde de Pekín, Wang Qishan, recibe la bandera olímpica en presencia de Jacques Rogge, a la derecha, presidente del COI, e Hicham El Guerruj, a la izquierda.AP

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