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Reportaje:Atenas 2004 | ATLETISMO: FINALES DE 800 METROS Y 1.500

Borzakovsky le niega la gloria al viejo Kipketer

El ruso, llegando desde atrás en la última recta, bate al keniano, a quien también supera el surafricano Mulaudzi

Carlos Arribas

A falta de 300 metros, en su 500 antes tan devastador, Wilson Kipketer lanzó su último hurra. Melancólico. Un guiño nostálgico a sus admiradores tristes. Una confesión romántica. Castigado por una carrera demasiado lenta para sus necesidades -pese a que el primer 200 se pasó en 25s, en el 400 se fueron a 51.84-, Kipketer, viejo guerrero herido, superviviente de múltiples lesiones, de enfermedades, el atleta que más rápido ha corrido nunca el 800 metros (1.41.11, récord mundial desde 1997) no pudo encontrar la gloria olímpica en los Juegos que, sin embargo, sí que repararon la injusticia, y doblemente, con Hicham el Guerruj. A Kipketer le negó la gloria un joven prodigio ruso llamado Yuri Borzakovsky,de 23 años, un atleta de una extraordinaria velocidad natural y extravagante recorrido profesional cuyo advenimiento se esperaba desde hace cuatro años.

"Me encanta su frialdad táctica, su velocidad genética", dijo Steve Ovett del joven ruso
"Yuri es la victoria de un juego de la naturaleza", afirma su entrenador, Evstratov

Cuando irrumpió, a los 17 años, en el mundo atlético, a Borzakovsky, atleta espigado (1,81 metros, 72 kilos), armónico, fácil, larga zancada, suelta, frío, le compararon inmediatamente con Steve Ovett, el británico rojo que había ganado los Juegos de Moscú. Al atleta que convertía los 800 metros en una sucesión de cuatro 200 corridos a igual velocidad y que parecía volar en la última recta entre estatuas, cuando los demás empezaban a frenarse, agarrotados, violentos. "Me encanta su frialdad táctica, su velocidad genética", dijo Ovett, halagado por la comparación, hace cuatro años. "Su forma de correr, detrás del grupo, al mismo ritmo, sin perder la compostura, es la más eficiente, y es muy útil si la carrera no pasa de 1.44, porque siempre podrá recuperar al final el terreno perdido, pero si es rápida, si baja a 1.42, es inútil, nunca podrá cazar a los que van delante". Ayer, el 800 metros que le consagró y que acabó con las esperanzas de Wilson Kipketer -por primera vez el danés nacido en Kenia, de la tribu de los Nandi, los señores de la meseta de Eldoret, terminó sin sonreír una carrera en la que era derrotado, terminó airado- se corrió en 1.44.45.

Ovett recordaba también al soviético Arzhanov, el último ruso del 800. Recordaba que era el favorito de la final olímpica de Múnich 72. Recordaba también cómo se desarrolló aquella final, que, sorprendentemente, ganó, Dave Wottle. Sus palabras, cambiando los nombres -Kipketer en el papel de Arzhanov, Borzakovsky en el de Wottle-, aumentando un segundo los tiempos, trasladando la acción hacia el futuro, hasta 32 años más tarde, servirían para contar el 800 de anoche. Entonces, el primer 200 se cumplió en 24.7, pero luego la marcha se hizo más lenta y se pasó en 52.7 el primer 400 -ayer fue 51.8-, demasiado lento para Arzhanov, ideal para Wottle, que marchaba detrás, rezagado, a medio segundo; entonces, llegado el 500 cambió Arzhanov, como ayer Kipketer; en el 600 Wottle seguía rezagado. De la curva salió Arzhanov solo. Wottle detrás, empezó a cerrar el hueco. En los últimos cinco metros lo pasó. Anoche, cuando Kipketer y Bungei, su rival keniano, aceleraron el ritmo en el 500, Borzakovsky, rezagado, no se descompuso. Llevaba en las piernas aún carga suficiente para mantener su ritmo, sus 26s cada 200. En la curva, cuando entró también en liza el surafricano Mulaudzi, Kipketer empezó a buscar su quinta marcha. Desesperadamente. La necesitaba. No la encontró. Agónico, la última recta la empezó atado con Bungei y Mulaudzi. Con Borzakovsky lanzado pero retrasado -hasta tropezó ligeramente el ruso con el argelino Guerni, lo que le frenó momentáneamente. Crispado, el trío, ocupando dos calles, se enzarzó en su lucha contra el agotamiento. Suelto, desde atrás, fresco, frío, Borzakovsky empezó a acercarse. A 10 metros, cuando Bungei, el hombre que necesitaba también un ritmo rápido y que fue incapaz de suministrarlo, cedió, pasó el ruso. Los adelantó a todos. A Kipketer su último aliento ni siquiera le valió para quedar segundo. También Mulaudzi lo adelantó sobre la cuerda.

Borzakovsky empezó a correr cuando tenía 10 años. En su primera carrera, un 600, tropezó y se partió el labio. Terminó en 2.10, detrás de un niño un año mayor. Dos semanas después bajó a 1.52. Y ganó al mismo chico mayor. Su talento natural lo detectó inmediatamente el técnico Viatcheslav Evstratov, su entrenador de siempre, quien cree en la predestinación. "Yuri es la victoria de un juego de la naturaleza", dijo. "Su sistema físico es perfecto. Sólo señales nerviosas perfectas le llegan a sus músculos. Además tiene un corazón que late con extraordinaria lentitud. Entrenándose, por ejemplo, necesita hacer las series de 600 metros más rápidas que 1.20 porque si no, no le suben las pulsaciones. Y, por si fuera poco, se recupera rapidísimamente. Al principio pensé que Yuri se equivocaba al medirse las pulsaciones, pero no. A los cinco minutos de una serie ha recuperado sus latidos lentos normales".

Borzakovsky se une así a la lista imperial en la que figuran Peter Snell, Wottle, Alberto Juantorena, Ovett, Ereng o Tanui. Una lista en la también está un oscuro noruego llamado Vebjorn Rodal, el ganador de los Juegos de Atlanta 96, los Juegos en que habría estado en su plenitud Kipketer, quien no pudo participar porque Kenia no lo permitió. Una lista en la que nunca estará el nombre de Wilson Kipketer, el más grande. El más desgraciado.

Borzakovsky levanta los brazos tras cruzar la línea de meta.
Borzakovsky levanta los brazos tras cruzar la línea de meta.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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