Un elogio del sentido común
Qué difícil era encontrar el punto justo de cada respuesta. Cuándo apurarse, cuándo esperar, cuándo esperar pacientemente y cuándo asumir el protagonismo que demandan las urgencias. ¿Cómo hacer para conquistar la sabiduría imprescindible para adecuar la respuesta a lo que la circunstancia impone y nuestra esencia demanda?
El problema era tan difícil que Marta ni siquiera podía encontrar la palabra de ese día. Finalmente optó por anotar:
RESPUESTA JUSTA
Parece que el desafío de todos aquellos a los que nos importa que nuestra respuesta sea congruente, es poder sumar con precisión en cada conducta, lo que somos, pensamos y sentimos a la realidad de lo que sucede a nuestro alrededor.
¿Cómo hacer para conquistar la sabiduría imprescindible para adecuar la respuesta a lo que la circunstancia impone y nuestra esencia demanda?
Para hacerlo es importante poder diferenciar lo que hay de lo que deseamos que haya y separar los hechos de la interpretación que hacemos de los mismos. Una vieja anécdota cuenta el caso de dos jóvenes que vienen a gran velocidad por una carretera y a 600 metros de entrar en una curva, ven un automóvil que sale de la misma haciendo peligrosos zigzag entre una vía y la otra. El automóvil parece recuperar el control y baja la velocidad. Al pasar a su lado los hombres ven que es una mujer la que conduce y entonces le hacen gestos obscenos y le gritan insultos relacionados a su género. La mujer baja la ventanilla y al paso del auto de los jóvenes les grita: "¡CERDOS!".
Ante lo cual y sin bajar la velocidad los muchachos gritan: "¡VACA!". Y entran en la curva a toda velocidad, chocando de frente con un grupo de cerdos que cruzaban descontroladamente la ruta.
Descartar los prejuicios y tener una mentalidad abierta.
-Maestro -pregunta el hombre-, quiero aprender de tu sabiduría. Quiero poder tomar la decisión adecuada en cada momento. ¿Qué debo hacer? ¿Por dónde empezar?
En lugar de contestar, el sabio le formula una pregunta:
-De una chimenea salen dos hombres. Uno con la cara tiznada y el otro con la cara limpia, ¿cuál de los dos se lava la cara?
-Es evidente -dice el hombre-, se lava la cara el que la tiene sucia.
El sabio contesta:
-No siempre lo evidente acerca la actitud adecuada. Ve a casa y piensa.
El hombre se va y regresa a los 15 días para decirle al sabio:
-¡Qué estúpido fui! El que se lava es el que tiene la cara limpia. Porque al ver que el otro tiene la cara sucia piensa que él mismo la tiene sucia y se lava. En cambio, el que tiene la cara sucia ve al otro con la cara limpia y piensa que la de él también debe estar limpia y por eso no se lava.
-Muy bien -agrega el sabio-, aunque no siempre la inteligencia y la lógica pueden darte una evaluación sensata de una situación. Sigue pensando.
El hombre regresa a su casa a pensar. Y pasados 15 días vuelve:
-¡Ya sé, maestro! Los dos se lavan la cara. El que tiene la cara limpia, al ver que el otro la tiene sucia, cree que la suya está sucia y se lava, y el que la tiene sucia, al ver que el otro se lava la cara después de verlo, comprende y también se lava la cara.
El sabio hace una pausa y luego añade:
-No siempre la analogía y la similitud te servirán para llegar a la evaluación correcta.
-No entiendo -dice el hombre-. ¿Y entonces?
El sabio lo mira atentamente y le dice:
-¿Cómo puede ser que dos hombres bajen por una chimenea, uno salga con la cara sucia y el otro con la cara limpia? Para comprender la realidad debes usar, antes de analizar, el sentido común.
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