El bálsamo de Fierabrás
La aguerritra tropa del toreo espera como agua de mayo venir en agosto a Almería, donde la amabilidad y el cariño de su gente es un bálsamo que cura las asperezas e incomprensiones de otras plazas que tienen el defecto de exigir el toreo.
El Juli tuvo su magnífica ración de medicina, que se tomó a grandes dosis en el quinto toro, al que propinó un pase por bajo gustándose que dio con el burel en tierra. Probó diversas distancias y se quedó con la que mejor se sabe, que le permitía desviar la embestida, vaciándola hacia afuera casi antes de entrar en jurisdicción. La faena fue extramuros, llena de efectos y alardes que alegraron a la afición. Terminó con una apoteosis del medio pase, tranquilo y hasta solemne en ocasiones. Lo de recibir fue un detalle. En el segundo había estado fácil y aséptico, sin dejar recuerdo alguno.
Torreón / Rincón, Juli, Gallo
Toros de El Torreón, inaceptables los 3 primeros, dóciles 4º y 5º y complicado el 6º. César Rincón: tres pinchazos -aviso-, estocada caída (silencio); pinchazo, estocada desprendida y tendida (oreja). El Juli: estocada trasera (oreja); estocada recibiendo, descabello (dos orejas). Eduardo Gallo: pinchazo, estocada caída (ovación); estocada atravesada -aviso-, descabello (ovación). Plaza de Almería, 26 de agosto, 5ª de feria. Tres cuartos de entrada.
A César Rincón, torear los productos que crían lo ponen en una situación comprometida, ya que si lo que lidia, evidentemente, no es ganado bravo, ¿qué es lo que torea? Es difícil mantener en la tarjeta lo de matador de toros cuando se crían moruchos. A la primera cosa que salió por los chiqueros se aplicó a propinarle toda suerte de medios pases engendrados con el pico. Al cuarto lo citó de raya a raya -del ruedo- para acortar las distancias en una respetable mitad: la reunión se produjo en el centro de la plaza y el pico de la muleta llegó perfectamente toreado a su enemigo. Aprovechó una embestida larga y bonancible y toda su labor tuvo el incuestionable mérito de torear sin acercarse.
Gallo se presentó con un novillete de pelo melocotón, al que aburrió con 4.000 pases, más o menos, de los que ninguno fue bueno ni malo. Al melocotoncito lo despacharon con una inyección en vez del puyazo reglamentario; quede constancia que en la labor del salmantino cualquier atisbo de calidad fue una mera utopía. El sexto fue difícil, pero el trabajo del torero fue para abjurar del dios Tauro, sus pontas y vanidades. El joven Gallo siguió con su plan de no conseguir un solo muletazo a derechas ni a ningún lado.
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