El héroe demoniaco de Guillermo del Toro
'Hellboy', la última película del cineasta mexicano, convierte al protagonista de un cómic de culto en un superhéroe con cuernos, rabo y piel roja.
Guillermo del Toro prefiere a los monstruos. Monstruos más humanos que los humanos, dice el cineasta mexicano. Hellboy, su última película (que se estrena en España el próximo 1 de octubre), narra la historia de un héroe de cómic, pero un superhéroe marginal, feo, con cuernos y rabo, que nació entre las llamas del infierno (su piel es de un intenso color rojo), pero que luego, criado en la Tierra, es más bueno que el pan. "Hellboy tiene un buen corazón, es un héroe por lo que decide hacer y no por lo que es. Eso es lo que le diferencia", explica Del Toro. "En esta película no hay buenos y malos. Sólo hay monstruos que persiguen a monstruos".
A sus 39 años y padre de dos niñas, el director de Cronos se aferra a su mundo adolescente. Dice que no aceptó rodar la tercera parte de Harry Potter porque no entiende nada de "niñitos rubios" y que si tiene que elegir entre un hombre y un vampiro no duda: "¡Un vampiro!".
"En esta película no hay buenos y malos. Sólo hay monstruos que persiguen a monstruos"
Ron Perlman, el actor que interpreta a Hellboy, lo explica: "Guillermo y yo somos amigos desde hace años. Nos parecemos mucho. Mientras nuestros cuerpos no han parado de crecer nosotros nos hemos quedado en los 14 años. Disfrutamos de nuestros sentidos, los engordamos. Somos unos hedonistas".
Acompañado de Perlman ("desde que le vi, hace años, en El nombre de la rosa, se convirtió en uno de mis actores favoritos", dice el director) y de la actriz Selma Blair, el mexicano presentó ayer en Madrid la película, rodada en Hollywood y con una segunda parte ya en marcha. Se fotografiaron con la camiseta de un equipo de fútbol local (un acuerdo publicitario que han acatado obedientes otras estrellas) y dieron, por separado, tres reducidas ruedas de prensa.
A Hellboy le gustan la cerveza, los puros y su novia. Come nachos y tiene un padre humano al que adora. "El padre y la mujer son la aportación mexicana. Nada hay más mexicano que eso. Yo escribí este guión cuando tuve que dejar mi país hace años por un problema de seguridad en mi familia, era una época muy peligrosa. Estaba solo en un hotel de Monterrey y echaba mucho de menos a mi padre. Así empezó la historia".
Basada en el cómic de Mike Mignola, Hellboy bebe del imaginario de un cineasta que cita a Juan Ramón Jiménez o Juan Rulfo mientras se inspira en Depredator (quizá la mejor película de Arnold Schwarzenegger) o La jungla de cristal. "Guillermo dejará su huella en la historia del cine", asegura la estrella de su película. "Conmigo ha logrado lo imposible: que un estudio de Hollywood contrate como absoluto protagonista a un actor marginal. No hay nada más difícil que eso".
Detrás de cuatro horas de maquillaje, Ron Perlman asegura que interpreta a su personaje como si no llevara máscara alguna. "El maquillaje nunca fue una barrera, detrás del látex y la goma se ve al actor. El creador, Jake Garber, es al maquillaje lo que Barishnikov a la danza o Sinatra a la canción. No se puede pedir más".
Guillermo del Toro asegura que ve el cine en términos de amistad y que por eso se rodea todo lo que puede de amigos. "Me gusta estar con gente que quiero y que además admiro. Facilita todo mucho". Hellboy (con cameo de Santiago Segura incluido) ya tiene la pista libre para su secuela. Será para 2006 y se empezará a rodar en agosto del próximo año. "Quiero filmar en Alemania, será una historia sobre el viejo mundo".
Antes de volver con el chico del infierno, el director de El espinazo del diablo rodará en España El laberinto del fauno. "Un cuento de hadas oscuro, gótico, situado en los años cuarenta. Todavía no tengo reparto, pero todos los actores serán españoles. Rodaremos en enero, pero tengo que buscar las localizaciones y a los intérpretes".
Del Toro ocupa medio sofá de un céntrico hotel. Los ojos azules bien despiertos y un parecido razonable con el histriónico Michael Moore. Juega a eterno adolescente, pero, a veces, se pone nostálgico. Durante siete años trabajó en un viejo cinestudio de su ciudad de Jalisco y allí fue el proyeccionista, el taquillero y el acomodador: "Llegaban las películas de 16 milímetros y yo recibía cada semana las latas, las alquilaba, hacía un póster y vendía las entradas. Luego organizaba las tertulias. Siento nostalgia por todo aquello. El cine era un acontecimiento que venía del cielo. Era otra cosa. La actitud del cinéfilo de hoy es más cínica. Antes eran los enamorados del cine, ahora son los escépticos del cine".
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