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Reportaje:Atenas 2004 | ATLETISMO: EL MEDALLISTA DE ORO EN LOS 100 METROS

El chacal

Justin Gatlin siempre repite la estrategia de pasar inadvertido hasta que llega el momento decisivo

Santiago Segurola

Justin Gatlin no parecía intimidado por Maurice Greene en la conferencia de prensa que siguió a su victoria en Atenas. Acababa de ganar los 100 metros y no era un atleta sobrepasado por los acontecimientos. En estas cuestiones, los estadounidenses se las pintan. Viven en un mundo tan competitivo que cualquier edad es buena para vencer. Gatlin lo hizo con 22 años, después de dos temporadas como profesional, una de ellas lastrada por una rotura de fibras que le impidió participar el pasado año en el Mundial de París. Como la velocidad la lleva dentro, se recuperó, hizo un perfecto trabajo en los trials del equipo norteamericano y se presentó en Atenas como un pincel.

A Gatlin le gustan los grandes acontecimientos. Si se parece a alguien, es a Donovan Bailey, el atleta que ofrecía lo mejor de su repertorio en las grandes finales. Esta temporada, Gatlin no ha ganado ningún 100 importante. Fue segundo en los trials, por detrás de Greene, y ha pasado por Londres y Zúrich sin producir una gran impresión. Sólo se afinaba. Lo sabían él y su entrenador, Trevor Graham. Cuando se le escaparon Marion Jones y Tim Montgomery, el técnico reclutó a Gatlin. Sabía que era un ganador.

Le gustan los grandes acontecimientos; si se parece a alguien, es a Donovan Bailey
Mientras todo el mundo hablaba de Greene y Crawford, él pasaba de puntillas

En la Universidad de Tennessee fue el mejor de un equipo que causó asombro. En su primer año universitario ganó los campeonatos nacionales en 100 y 200 metros. En el segundo, también. Nadie lo había conseguido desde Bobby Morrow -campeón olímpico en Melbourne 56- en el año 1957. Sin embargo, los tiempos de Gatlin desaparecieron un día de las listas de la Federación Intenacional de Atletismo. En un control se le detectaron rastros de Aderall, una anfetamina prohibida por el máximo organismo del atletismo pero permitida en el circuito universitario estadounidense.

Gatlin tomaba el producto desde niño. Se le diagnosticó muy pronto el denominado Desorden Deficitario de Atención. El Aderall figuraba entre los medicamentos que tomaba. No sabía que era un producto prohibido. Su caso mereció la atención de la IAAF, que le retiró uno de los dos años de sanción, a cambio de no volver a ingerir la sustancia. Gatlin, criado como velocista juvenil en Florida y convertido en aspirante a estrella del atletismo en Tennessee, no necesitó pensar mucho para abandonar la universidad y hacerse profesional.

Viajó de Tennessee a Carolina del Norte para reunirse con Trevor Graham, que buscaba el perfecto sustituto de Tim Montgomery. En apenas tres meses comenzó a mostrar sus cualidades en la pista. Ganó el Mundial de pista cubierta de 2003 y se convirtió inmediatamente en el sucesor in pectore de Maurice Greene. Pero la temporada se quebró muy pronto. Una lesión en la reunión de México le impidió disputar los trials y los Mundiales de París. Regresó a última hora y volvió demostrar su puntería cuando lo exige el momento. Gatlin ganó en la reunión de Moscú y se llevó un premio de medio millón de dólares.

Este año ha repetido estrategia. Mientras todo el mundo hablaba de Greene y de los progresos de Crawford, Gatlin pasaba desapercibido. Se entrenaba con Crawford en Carolina del Norte y no se distinguía por sus grandes marcas. Sólo bajó de diez segundos en los trials. Típico de él. Luego volvió a la rutina. Hasta los Juegos Olímpicos. No fue el más destacado de las series eliminatorias. No ofreció la imagen apabullante de Asafa Powell, Obikwelu, Crawford o Greene. Se tapó. Pero en la final apareció como lo que es: un velocista impresionante.

Justin Gatlin celebra, con la enseña de Estados Unidos, su triunfo en los 100 metros.
Justin Gatlin celebra, con la enseña de Estados Unidos, su triunfo en los 100 metros.REUTERS

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