Una revelación mística
Ya saben ustedes que si se observa durante un minuto, sin pestañear, una estampita de Santa Teresa de Jesús y se fija luego la vista sobre una superficie blanca, se es víctima de una visión de la santa acompañada, a menudo, de una revelación mística. Así es como me imagino que se le apareció Solbes a Rodríguez Zapatero un día que estaba dándole vueltas al modo de no cumplir con elegancia las promesas económicas más peliagudas de su programa electoral. La aparición se produjo después de que se dejara hipnotizar por una fotografía muy parecida a la que reproducimos hoy, publicada originalmente al mes de que el PSOE ganara las elecciones. Así que Rodríguez Zapatero levantó el teléfono y llamó al entonces comisario europeo.
-Solbes, soy el presidente.
-¿El presidente de Coca-Cola, de Microsoft, de El Corte Inglés o de tenderetes tipo Francia, Alemania o Bélgica? ¿Qué clase de presidente?
-El presidente de España, hombre.
-Ah, sí, España. ¿Y qué tal todo por España?
-Bien, bien, acabamos de ganar las elecciones, pero necesito a alguien que me impida cumplir el programa económico. Soy muy obcecado y cuando se me pone por delante una promesa electoral no paro hasta cumplirla. Acuérdate de lo que hice con las tropas.
-¿Hay alguna parte en particular del programa que no quieras cumplir?
-De momento, la que se refiere a la tributación por las plusvalías. Imagínate que antes de ganar las elecciones me parecía injusto que las rentas del capital tributaran menos que las del trabajo y prometí arreglarlo.
-¿Y por qué te parecía injusto?
-Pues porque no hay derecho a que un asalariado, que madruga todos los días para ir a la oficina o a la fábrica, llegue a pagar a Hacienda hasta el 45% de sus ingresos, mientras que un especulador, sin salir de casa, sólo pague el 15%.
-Todos los idealistas tropezáis en la misma piedra. ¿Y qué quieres que haga?
-Pues que seas ministro y me contengas para que en los editoriales de todos los periódicos, pertenezcan a una u otra tendencia, me feliciten por haber nombrado a alguien capaz de impedir el cumplimiento de una promesa electoral tan seria.
Y Solbes, que es el único miembro del Gobierno al que le importaba un carajo ser ministro, abandonó Bruselas y se trasladó a Madrid para no cumplir, con el rigor que le caracteriza, el programa del PSOE. Y Zapatero recibió por ello el aplauso del Abc y de El Mundo y de EL PAÍS y de La Vanguardia... Hasta Mundo Obrero, si existiera, habría escrito un editorial alabando su habilidad para hacerse reprimir esa tendencia al cumplimiento de las promesas electorales. Si usted no cree en la capacidad hipnotizante de este hombre, observe sin pestañear esta fotografía durante un minuto, luego fije la vista sobre una superficie blanca y a los pocos segundos recibirá del espectro de Solbes la revelación mística de que el capital especulativo es capital para la buena marcha de la economía.
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