_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Estamos en verano

Según transcurre, al reflejo de la luz de las pocas farolas sin destrozar que quedan en la urbanización, el suelo se ve cada fin de semana que pasa cuajado de más cristales producto del divertido deporte de la rotura del vaso y del botellín, haciendo cada vez más peligroso el uso de las sandalias o las chancletas. Una forma desagradable de divertirse, porque si no estuviéramos en verano, que si no..., y fueran chavales del pueblo, y no veraneantes con los que hay que llevarse bien, los municipales ya les hubieran parado los pies.

Si no estuviéramos en verano el responsable de Interior autor de la famosa frase hubiera recibido algún reproche más. A pesar de las dramáticas descripciones de la tal forma desagradable de divertirse que hiciera el concejal de San Sebastián y alguna de las personas heridas, porque estamos en verano no le damos la suficiente importancia. Ni tan siquiera le damos importancia a las testimoniales bombas de ETA, que de no ponerle coto dejarán de ser testimoniales, ni siquiera al renacer de la hidra desde estos tímidos divertimentos. En ETA siempre se ha empezado así y hemos acabado en funerales, pero no le damos importancia, que quizás era lo que quería transmitirnos el responsable de Interior. Que nosotros no le demos importancia para no crispar la situación.

Pero el verano acabará, ése es su problema. Zapatero tendrá que convocar la conferencia de presidentes autonómicos a la que es hasta posible que vaya Ibarretxe. Pero si va, denlo por seguro, será para manifestar con toda rotundidad su propuesta, casi de una forma escandalosa, porque en caso de no hacerlo así no irá. Una presencia sin protagonismo por su disparidad desactivaría el necesario apasionamiento y movilización que su iniciativa necesita. Y es posible que vaya porque tampoco se ve que entre los presidentes de comunidades regidas por socialistas haya demasiado acuerdo. Tampoco en el PP, aunque se les note menos, me temo que ni siquiera en el lenguaje, ahora que se relativiza todo para vendernos gato por conejo, y a río revuelto ganancia de pescadores.

El verano desaparecerá y con él, quizás, nuestra estúpida molicie, que dura más que el verano, esperando que algo concreto se realice y dejemos de embriagarnos con la espuma de las olas. En tanto curso de verano sólo una conclusión académica aparece: se está dando la impresión de que carecemos del mínimo de convenciones políticas necesarias para ser una nación moderna. No es sólo cuestión de lenguaje. Su deterioro manifiesta que no coincidimos con el contenido de los conceptos, de lo que las palabras significan. Estado, nación, gobiernos, autonomías se usan sin rigor para que al final y a la postre lo único nacional que nos quede, de momento, sean las selecciones nacionales. El resto, cuando acabe el verano puede quedar en entredicho. Y cuando alguien dijo que la Constitución es sagrada, no lo dijo tanto por el texto; lo dijo por lo que significa de convenio, de consenso de la ciudadanía configurada así en nación. Pero si todo es relativo...

Y si es así, si hasta la nación está en entredicho, el nacionalismo tiene toda la legitimidad para constituir la suya, y la necesidad su ciudadanía de hacerlo. E incluso ETA tendría argumentos, porque lo que tiene enfrente carece de la mínima aceptación como convención, es demasiado relativo, de quita y pon; no una nación, sólo un débil estado, y, por lo tanto, carente de valores ciudadanos. Si el proceso ha sido muy sencillo, mientras unos desarmaban el Estado, y en parte, como consecuencia, la nación, otros creaban en la periferia sus naciones. Con el tiempo es lógico que esas naciones requieran sus estados. Y tiene su legitimidad el hacerlo si aquí la nación no aparece y el Estado no es nadie ni nada, sólo opresión.

Volverá el otoño y entraremos en él sin enterarnos. Los municipales acabarán acercándose a la urbanización y llamarán a los barrenderos porque los niños del pueblo tienen que pasar por ahí para entrar en la escuela. Finalmente, los cristales desaparecerán hasta el verano siguiente y esa forma de divertirse se acabará en el pueblo. Pero, lo que hemos destrozado durante este verano, y en la primavera, va a ser muy difícil de restablecer so pena se convierta Zapatero en ZP el cruel.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_