Genética del riesgo
Los psicólogos les llaman "buscadores de novedades", y son esas personas que anteponen las experimentación a casi cualquier otro valor. Unos se tiran en paracaídas, otros navegan ansiosamente por la Red, otros visitan todos los días varias veces la librería o la tienda de discos para que el último cambio de tendencia no les pille desprevenidos. Suelen ser muy receptivos a los anuncios de tabaco, y muy propensos a probar cualquier droga, y a engancharse a ella.
Como cualquier otro rasgo de carácter, la búsqueda de novedades se debe a una interacción compleja entre los genes y el entorno. Un importante factor genético está en el cromosoma 11, y probablemente corresponde al gen DRD4, implicado en los flujos cerebrales de dopamina, uno de los neurotransmisores que estimulan los circuitos cerebrales del placer, y uno de los que tienen una relación más directa con la cocaína, las anfetaminas y otras drogas.
Los buscadores de novedades suelen llevar versiones de baja actividad del gen DRD4. Eso implica que la dopamina tiene menos efecto, y que el individuo experimenta menos placer que la media ante las situaciones habituales. Por eso, los buscadores de novedades tienden a entregarse a las actividades de riesgo. Sólo así consiguen el high de dopamina que las demás personas obtienen con una simple puesta de sol. Las drogas son un truco químico para conseguir ese mismo high sin necesidad de que ocurra nada especial en el mundo de ahí fuera. ¿De dónde han salido esas nefastas variantes del gen DRD4? ¿Por qué persisten en la población, si son tan inconvenientes?
El equipo de Robert Moyzis, del centro de desarrollo infantil de la Universidad de California en Irvine, ha encontrado la respuesta (American Journal of Human Genetics, 74:931). Han comparado el gen DRD4 en las poblaciones de todo el planeta y le han aplicado las técnicas matemáticas de la biología evolutiva. Examinando un gen y sus aledaños cromosómicos, los evolucionistas pueden deducir cuándo surgió una de sus variantes, y cómo se ha propagado por la población humana. Los resultados de Moyzis son asombrosos.
Las variantes del gen DRD4 asociadas a la búsqueda de novedades surgieron hace 50.000 años, justo antes de que la actual especie humana, el Homo sapiens, saliera de África para colonizar el resto del mundo. Al principio eran muy raras -toda mutación surge en un solo individuo-, pero se propagaron rápidamente por toda la especie. Y llevan en su secuencia las marcas inconfundibles de una fuerte selección natural darwiniana. Esto quiere decir que aportan alguna ventaja a su portador: o mejoran su capacidad de supervivencia, o su capacidad de reproducción, o ambas.
Curiosamente, las variantes normales del gen también han experimentado selección darwiniana. Por eso los buscadores de novedades siguen siendo una minoría de la gente en cualquier región de la Tierra. Cada sociedad humana parece haber encontrado una proporción óptima entre los normales y los buscadores de novedades. Debe haber una razón para ello.
Según Moyzis, las épocas tranquilas y estables seleccionan las variantes normales -la gente tranquila que no se arriesga fácilmente-, pero los tiempos duros, caracterizados por la escasez de recursos y por cambios muy rápidos en el estilo de vida, favorecen las versiones asociadas a la búsqueda de novedades. Viene a ser como tener unos cuantos exploradores en la tribu. Si aquí se ha acabado la comida, la única salvación es que los amantes del riesgo se jueguen la vida para buscar otro sitio mejor.
DRD4 es el gen de los tiempos duros. Sus versiones normales permiten una vida plácida, pero no garantizan la superviviencia en épocas turbulentas. Los mutantes adictos al riesgo pueden muy bien haber salvado a la especie de su extinción. La historia de la humanidad está llena de poetas que murieron jóvenes.
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