Y tú, ¿de dónde eres?
Unos 1.000 chicos y chicas reivindicaron ayer en una marcha la juventud como "una etapa plena"
La británica Hilary Jeune y la argentina Cristina Roca no hablan la misma lengua. Una sólo entiende inglés y la otra sólo español, pero se han hecho inseparables. "No nos hace falta hablar el idioma de la otra, hemos creado uno propio. Nos entendemos con dibujos, señas, gestos y miradas", señalan las muchachas mientras Hilary abraza a su nueva amiga. Cristina define su relación como "una simbiosis perfecta" mientras da un sorbo a un enorme vaso de caipirinha. Este encuentro expresa el espíritu con el que han llegado la mayor parte de los 7.785 chavales que esta semana conviven en la pequeña ciudad de tiendas de campaña que se ha erigido frente a la playa de la Mar Bella. Han llegado de más de 125 países del mundo para conocer gente, intercambiar experiencias, aprender de otras culturas y, por supuesto, disfrutar al máximo de las posibilidades que les brinda Barcelona.
Al macedonio Jovan Jovanov le ilusiona ver el Camp Nou, aunque sus amigos están encantados con los espectáculos del Fórum y la fiesta barcelonesa. Gabriel Díaz y Tomás Somers, que pertenecen a la entidad bonaerense Jóvenes en Construcción, prefieren profundizar en los contenidos de las conferencias y mesas redondas que han gestionado las propias asociaciones que asisten al festival. "Esta cita es una oportunidad para el diálogo y para estudiar otros procesos de cambio y experiencias. Es muy interesante ver que hay otros grupos que trabajan en lo mismo que tú de una forma distinta", señala Gabriel Díaz. Sin embargo, echan de menos más espacios de encuentro e interrelación, y creen que la gente se relaciona más bien con los de su misma procedencia.
Cada día hay decenas de actos y talleres a los que asistir. Desde charlas sobre conflictos regionales hasta talleres de capoeira, merengue o rumba catalana. Cada joven puede confeccionar su programa a la carta. Sin embargo, es en los pasillos del Centro de Convenciones, en los chiringuitos de la jaima, en el césped o en la barra de cualquier bar donde mejor se produce el intercambio de ideas. Surge de forma espontánea, normalmente a partir de la clásica pregunta: "Y tú, ¿de dónde eres?". Es el caso de la ecuatoriana Roberta y la chilena Alejandra, que se han conocido en la pista de baile de la placa Fotovoltaica. Roberta tiene 14 años y asiste al evento junto a una decena de paisanos. Son los más jóvenes del festival, pero están sobre todo interesados en compartir conocimientos culturales para tener "una mejor panorámica del mundo".
Unas chicas chilenas vocean a media tarde: "Los jóvenes unidos jamás serán vencidos". Pero ¿qué une a estos jóvenes aparte de la edad? Sin duda, las ganas de que su voz penetre en los procesos sociales de su país y lograr un cambio en las formas de hacer política. Pero ser joven no supone compartir una ideología o un proyecto. "Somos conscientes de que mientras nosotros podemos estar reclamando mejores universidades, hay gente que aún pide educación primaria. Por ello, queremos que nuestro acto sea global y a su vez construido desde las demandas locales", asegura el presidente del Consejo de Juventud de Barcelona, Fabián Mohedano.
Ello quedó patente ayer en la marcha que reunió a unos 1.000 jóvenes que reivindicaba la juventud como "una etapa plena" y por que se facilite la emancipación de los jóvenes a través del trabajo y la vivienda digna. Allí pareció que el mundo volvía a presentarse en toda su crueldad -a la vez que realidad- al hacerse patente, por ejemplo, el abismo que separa a marroquíes y saharauis. Durante la marcha se lanzaron gritos a favor del Sáhara libre y contra los gobiernos de George W. Bush y Ariel Sharon. Los marcados tintes políticos se plasmaban en las pancartas, que lucían lemas contundentes contra la ocupación de Palestina, el muro que ha construido Israel y la política de Estados Unidos en Irak. "Somos rebeldes con causa", rezaba un cartel.
Tras el recorrido, volvió la cálida noche barcelonesa. Algunos se fueron de fiesta a Barcelona, pero la mayoría prefirió formar pequeños corros en la Mar Bella, como todas las noches. Lo que sucedió allí es lo que ocurre en cualquier encuentro de jóvenes. Charlaron, rieron, bailaron, cantaron, fumaron y bebieron. "Es una ocasión para conocer a gente y para ver cómo se crean nuevas parejitas", asegura Cristina Roca mientras sonríe. Luego algunos se fueron a la cama. Hasta que el reloj biológico, ese bochornoso sol de verano, volviera a sonar en sus tiendas de campaña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.