Bernard Levin, cáustico periodista inglés
Bernard Levin, uno de los comentaristas más brillantes y cáusticos del periodismo británico de la segunda mitad del siglo XX, murió el sábado 7 de agosto, cuando apenas le faltaban dos semanas para cumplir los 76 años. Desde hacía 10 años sufría de Alzheimer, una enfermedad especialmente cruel para un hombre de letras, cuya prodigiosa memoria le había permitido inundar de citas eruditas sus escritos diarios. En 1998 publicó su último artículo en The Times, el diario para el que había trabajado en sus últimos 30 años en activo.
Nació cerca de la estación de Saint Pancras, en Londres, el 19 de agosto de 1928. Su madre era una inmigrante ucrania y judía. Su padre, un sastre de origen lituano que abandonó pronto a la mujer y al hijo, al que sólo volvería a ver una vez en la vida. Nunca renegó de sus orígenes judíos, pero vivió el judaísmo sin apego a sus costumbres y modos de vida. Hablaba el yiddish, pero no el hebreo. Admiró los "increíbles logros" de Israel, al tiempo que expresó su "absoluta condena por sus crímenes contra su originaria población árabe".
Formado en la London School of Economics, pronto destacó por su carácter brillante y polemista. Pensó en estudiar leyes, pero eligió escribir contra ellas, y sobre todo contra quienes las crean, aplican y manipulan. Políticos, jueces y abogados estuvieron siempre en la mirilla de su afilada escritura. Nunca se casó, pero no faltaron apasionados romances en su vida. La escritora griega Arianna Stasinopoulos fue su gran amor imposible: ella acabó instalándose en Estados Unidos, donde se convirtió en activista republicana.
Bernard Levin empezó su carrera periodística en la revista Truth, semillero de escritores y periodistas, y en 1954 se pasó a The Spectator, la gran revista intelectual de la izquierda. En 1957 empezó a escribir la columna en la que empezaría a cimentar su fama, 'Taper'. En 1959, decepcionado por la tercera victoria consecutiva de los tories de la mano de Harold Macmillan, decidió escribir crítica teatral para el Daily Express y en 1962 firmó por el derechista Daily Mail, donde su contrato especificaba que no podían modificar su columna sin su permiso, ni por razones de forma ni por razones de fondo.
En 1963 su fama se extendió al gran público a través de sus entrevistas en la BBC. Fue el primer entrevistador de televisión que utilizó la agresividad como técnica para amedrentar a sus entrevistados, un ejemplo largamente imitado con el tiempo. Era más famoso por odiado que por querido. El público llegó a escupirle cuando acudía al teatro y un entrevistado le partió la cara en directo por una crítica especialmente cruel con su mujer.
De vuelta al Daily Mail, tuvo que abandonarlo en 1970 tras pedir a los lectores el voto a favor del laborismo, toda una afrenta que no quiso modificar ni a petición del director ni por exigencia del propietario. Rechazó una oferta del Guardian por considerarlo demasiado próximo a sus propias ideas y acabó firmando por el Times, donde se quedó para siempre. Extraordinariamente trabajador y prolífico, solía dejar escritas una decena de columnas para que se fueran publicando cuando se tomaba unas vacaciones. Extravagante y contradictorio, insolente y al mismo tiempo inseguro, Wagner y la comida completaban sus pasiones vitales.-
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