"¿Phelps? No, no soy yo"
Hermetismo del nadador estadounidense y sus compañeros durante su concentración en Palma
El nadador estadounidense Michael Phelps será, sin duda, una de las estrellas de los Juegos Olímpicos de Atenas. Entre otros retos, se enfrenta a la posibilidad de igualar o superar el record que su mítico compatriota Mark Spitz estableció en 1972 en Múnich: siete medallas de oro. A sus 19 años, cumplidos en junio, Phelps tiene todavía mucho margen por delante para convertirse en el mejor de todos los tiempos.El nadador estadounidense Michael Phelps será, sin duda, una de las estrellas de los Juegos Olímpicos de Atenas. Entre otros retos, se enfrenta a la posibilidad de igualar o superar el record que su mítico compatriota Mark Spitz estableció en 1972 en Múnich: siete medallas de oro. A sus 19 años, cumplidos en junio, Phelps tiene todavía mucho margen por delante para convertirse en el mejor de todos los tiempos.De momento, desde el jueves y junto a sus compañeros de equipo, está preparando en Palma de Mallorca su asalto al trono.
Recibida en la isla por una impresionante e inusual tromba de agua y granizo, la expedición norteamericana se refugió a la carrera en el que va a ser hasta el día 10 su cuartel general, un hotel de cuatro estrellas, rodeado de jardines y con unas privilegiadas vistas sobre la bahía. Llegaron, por supuesto, a lo grande: las dos primeras plantas han sido literalmente tomadas por ellos. "Tienen reservadas unas veinte habitaciones en cada piso y dos salas grandes en las que han montado una unidad médica y un gimnasio" explica, por lo bajo, el personal del establecimiento. Y es que la discreción que se les ha exigido es absoluta.
Alrededor de las cuatro y media de la tarde, y ante la sorpresa indisimulada de algunos clientes, empiezan a concentrarse impactantes cuerpos de revista en el vestíbulo. Sus rostros los delatan:los campeones y las campeonas bajan tras haberse echado la siesta. Ahora toca entrenarse. Antes han probado el menú del restaurante: crema de calabacín y entrecot de ternera. "No han pedido grandes especialidades: mucha carne y pasta, pero no marcan nada estricto", comentan en la cocina; "eso sí, han traído todo tipo de bebidas y mejunjes energéticos".
Los nadadores comienzan a hojear los programas de preparación que les ha entregado. Los entrenadores y sus ayudantes van provistos de un curioso sombrero de paja en el que se lee USA Team, la única seña que identifica al grupo. A Phelps no se le ve el pelo. Se hace esperar. Cuando todos han comenzado a subir a los coches, hace acto de presencia, toalla al cuello. Sin éxito, intenta consultar Internet en un puesto gratuito del local. Entonces es sorprendido por dos jóvenes inglesas. "¿Eres Michael Phelps? ¿Nos firmas un autógrafo?". El plusmarquista mundial titubea y trata de mentirles: "No,no... No soy yo. Él está por ahí". Y señala vagamente hacia el exterior. Poco después, y ante la insistencia de las cazadoras de firmas, reconoce su identidad y les plasma de mala gana un garabato antes de subirse a una furgoneta y parapetarse aún más tras sus gafas de sol.
Phelps se esconde, pues, hasta de sus fans. En realidad, es toda su selección la que se esconde. Ocho individuos custodian sin descanso a sus integrantes. Se ha contratado a una empresa de seguridad para que haga lo propio durante la noche. Un guardia privado, de uniforme, vigila las dos primeras plantas. Por orden del servicio de prensa, no se permite que ningún periodista se acerque a los deportistas.
El grupo ha cerrado las puertas de las piscinas de Son Hugo, su lugar de entrenamiento estos días. Se trata de un complejo municipal de piscinas de reciente construcción cuyo uso público ha sido vedado en plena canícula para garantizar la intimidad de los estadounidenses. En realidad, Palma se ha convertido este verano en el banco de pruebas de los principales cuadros olímpicos de natación, que han pasado por Son Hugo dejando desiguales recuerdos. El personal del polideportivo se queja al comparar, por ejemplo, la "prepotente" actitud de Phelps y compañía con las de sus colegas rusos, que semanas atrás se prepararon también en él: "No nos pusieron ningún problema". Y tampoco resultan tan inaccesibles los alemanes, también presentes ahora en las instalaciones. Con aquéllos, no obstante, ya se sabe: "A partir de esta puerta no podemos pasar".
A su llegada a la pileta, los vehículos que trasladan a los norteamericanos aceleran bruscamente para evitar las fotografías. Luego, un miembro de la seguridad advierte: "Seremos muy estrictos hasta el sábado", día en que se convocará una rueda de prensa para que, por fin, hable el escurridizo Phelps. Por descontado, la entrada a los entrenamientos, matinales y vespertinos, no está permitida. Se ha optado por el hermetismo en una jaula de oro, un hotel que cuenta con piscinas, pistas de tenis y paddle, sauna, baño turco, salón de masajes y jacuzzi.

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