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Columna
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Cambio de rumbo

Para quienes nos interesamos por la vida municipal de Alicante, el anuncio de la construcción del palacio de congresos en La Sangueta no ha dejado de sorprendernos. La sorpresa no la ha motivado tanto el lugar escogido para el emplazamiento, del que ya se venía hablando desde hace algún tiempo, como la manera en que se ha presentado el asunto a la ciudad. A la hora de publicar el proyecto, la actitud del alcalde, Luis Díaz Alperi, ha resultado completamente opuesta a lo que este hombre nos tenía acostumbrados. La moderación, el tacto, la prudencia con las que ha expuesto el plan urbano para la zona han sido ejemplares.

Está el alicantino tan poco habituado a que los asuntos de la ciudad se resuelvan con sentido común que cuando esto sucede, como en la actual ocasión, nos miramos unos a otros con un punto de incredulidad. Sin embargo, todo parece indicar que esta vez no existen razones para la duda y que las cosas se desarrollarán tal y como han sido anunciadas. De momento, la conformidad suscitada por el plan ha sido amplia. Oposición, asociaciones ciudadanas, comerciantes, hoteleros, agentes de viaje, han valorado positivamente la propuesta de Díaz para edificar el palacio de congresos en la zona.

Los únicos comentarios en contra han provenido de las propias filas del Partido Popular. Ha sido José Joaquín Ripoll quien se ha mostrado más crítico con el proyecto, expresando públicamente sus reservas. Las de Ripoll han sido, en todo caso, unas críticas rutinarias, de escaso calado, provocadas por los enfrentamientos que vive el Partido Popular. Lo cierto es que si atendemos a su conducta hasta el día de hoy, a José Joaquín Ripoll le trae sin cuidado dónde pueda ubicarse el palacio de congresos. Para el presidente de la Diputación de Alicante no es éste un asunto que haya merecido jamás su interés.

El cambio más radical y que ha despertado un mayor asombro, es el sufrido por el alcalde, Luis Díaz Alperi. Entre el Díaz Alperi de meses atrás, soberbio, insolente, despectivo, y el que presenta el proyecto de La Sangueta, media un abismo. A mi entender, para que se produzca esta muda en el carácter del alcalde han debido suceder dos cosas. Una, la sentencia judicial contra la edificación del palacio de congresos en el monte Benacantil. Tras la decisión tomada por los jueces, a Díaz no le quedaba, en estos momentos, otro argumento que el de su testarudez. A esta situación, habría que añadir la pérdida de las elecciones generales por el Partido Popular, que tan importantes consecuencias ha tenido para la Comunidad Valenciana.

La perspicacia de Díaz Alperi le hizo advertir de inmediato que había concluido una época y se imponía un nuevo estado en el espíritu del país. De modo que, cuando llegó la hora de proponer una nueva ubicación para el palacio de congresos, obró exactamente en sentido contrario de cómo lo hubiera hecho meses atrás. El Díaz Alperi autoritario que mandaba callar a la oposición, ignoraba a los ciudadanos o rechazaba las ofertas desinteresadas del Colegio de Arquitectos para mejorar la ciudad, tendía ahora la mano a todo el mundo. El mismo instinto de supervivencia que le llevaba a alinearse con Francisco Camps, le permitía ver que, en este momento, necesita tener la ciudad a su lado y ha obrado en consecuencia.

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