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Reportaje:TOUR 2004 | Jornada de descanso

"A tope, chicos, a tope"

Un equipo perfectamente trabajado y conjuntado, clave para el dominio de Armstrong en la carrera

Carlos Arribas

"Full gas, boys, full gas". A tope, chicos, a tope. La voz de Lance Armstrong llega a hacerse odiosa para aquellos aventureros que en los primeros kilómetros de las etapas de transición, llanas o intranscendentes, intentan la fuga, su medio de subsistencia, y se encuentran, de entrada con la oposición del patrón de la carrera, del autor del Tour 2004, que quiere tenerlo todo controlado, sin sorpresas, y ordena a su troupe, a los actores que representan sus diálogos y monólogos, acelerar, acelerar hasta reventar a los insumisos.

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"Full gas, boys, full gas". A tope, chicos, a tope. La voz de Lance Armstrong llega a hacerse odiosa para aquellos aventureros que en los primeros kilómetros de las etapas de transición, llanas o intranscendentes, intentan la fuga, su medio de subsistencia, y se encuentran, de entrada con la oposición del patrón de la carrera, del autor del Tour 2004, que quiere tenerlo todo controlado, sin sorpresas, y ordena a su troupe, a los actores que representan sus diálogos y monólogos, acelerar, acelerar hasta reventar a los insumisos. Armstrong es el auténtico patrón del US Postal, un equipo perfectamente conjuntado y trabajado -estratégica y moralmente- por su indiscutible líder, que recomienda fichajes, planifica tácticas y motiva cada día a sus gregarios. Todo al servicio de su sexto proyecto.

"Abajo el teatro burgués, viva la magia". El manifiesto de Jean Vilar, fundador del Festival de Aviñón, grita aún en algunos pósters que decoran bares y tabernas del pueblo de Provenza en el que Armstrong, su troupe, su gente, su familia y los amigos de sus amigos pasan el día de descanso. 35 grados a la sombra. Armstrong es el teatro burgués. Todo masticado, todo ensayado, sin margen para la sorpresa, para lo inesperado. Un rodillo sobre el Tour. Su troupe, su equipo, se mueve con facilidad, interpreta con naturalidad una obra mil veces ensayada. El sábado, por ejemplo. Primer acto, llano, trabajo para las apisonadoras Ekimov (quinto Tour con Armstrong) y Padrnos (tercero). Segundo acto, primera montañas: Triki Beltrán (segundo), Landis (tercero) y Noval (debutante). Tercer acto, montaña final, Hincapie (sexto) y Rubiera (cuarto). Clímax: Armstrong ve a Ullrich flaquear. La tragedia se resume en un grito: "Go, José, go". El penúltimo actor, José Azevedo (primer Tour con Armstrong después de dos con el ONCE), acelera. El anticlímax: Armstrong y Basso pedaleando por delante, sin más. No hay héroes, hazañas, lucha épica. No hay vida. Hay seis Tours.

Su equipo, la increíble prestación conjunta, es el elemento más desazonador para la oposición, para los que quisieran creer en el teatro de lo inesperado. Todos los directores rivales hablan y no paran. Algunos dejan caer sus dudas. No las expresan en alto. Ante las grabadoras callan.

"Llevo muchos años construyendo este equipo", dice Armstrong. "Todos los años intento mejorarlo, reemplazar unas piezas por otras. Por ejemplo, éste dejé irse a Roberto Heras y traje a José Azevedo. Me alegro de la decisión. Creo que José hará un mejor trabajo en las montañas. Y luego, trabajo mucho con ellos, con el equipo he recorrido las etapas más importantes. Saben desde hace tiempo lo que hay, lo que tienen que hacer".

Como Armstrong sólo piensa en el Tour, quiere que todos sus compañeros se olviden de todo lo que no sea Tour hasta que no termine la grande boucle (excepto su amigo Hincapie, un enamorado de las clásicas belgas). Después del Tour, lo que quieran, pero hasta entonces son simplemente una parte del proyecto.

Los familiares de Landis, sus padres, sus hermanas, pasean con sus cofias, sus vestidos de algodón basto, informes. Es la segunda vez que salen de Estados Unidos. La anterior fue en el Tour 2003. Los amigos de los asturianos, ruidosos, llegan con culines de sidra y ánimos para Rubiera y Noval. Hay rusos, andaluces y colombianos. Todas las culturas, todas las tradiciones, se integran en el guión de Armstrong. Todos acaban llevando la gorra azul del US Postal. Todos se integran en un clan en el que Armstrong, gran creyente en las vinculaciones afectivas, dirige los rituales. Le compra el aceite al Triki, le hace sentirse orgulloso de lo que es. A Noval, debutante en el Tour, que se quedó descolgado en la contrarreloj por equipos y llegó envuelto en un mar de lágrimas, le dedicó un brindis con champaña por la noche. Desde entonces, el joven asturiano rinde al 100%.

"Y lo fundamental", cuenta Pedro Celaya, el médico del equipo, "es que Lance no falla. Siempre que el líder anda bien el equipo multiplica su capacidad, parecen todos superhombres, pero en el momento en que el líder falla, al día siguiente, parecen una banda que en su vida ha sabido correr. Y, además, las órdenes se las da Lance directamente, saben que les llegan de un ciclista que está en carrera y sabe perfectamente lo que pasa, cómo están ellos y cómo están los rivales, no vía pinganillo de un director, de cualquier director, que muchas veces quiere creer que la etapa que tiene en su cabeza es la que se está desarrollando de verdad, y no pura teoría".

Armstrong saluda ayer desde un balcón.
Armstrong saluda ayer desde un balcón.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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