Fernándes y Galán, imparables

Un espectacular quiebro, a porta gayola, fue el saludo de Rui Fernandes a su toro. Montaba el lusitano a Falcón, que aguantó impávido la fulgurante salida del astado, para burlarlo con apenas un sutil movimiento. La plaza, un clamor. No bajó la pletórica demostración de Rui. Con el toro convertido en una máquina de embestir, fue la réplica perfecta. Cambió con tan sólo un rejoncillo. Todo lo demás fueron banderillas a una mano, primero, y, rosas, después. Más quiebros y un repertorio sin fin de ir, clavar y salir del toro. Y una sintonía perfecta del jinete con sus monturas.

Más que brillante o lucido, Sergio Galán anduvo con mucho mérito. Su toro midió y echó la cara arriba en cada momento. Laborioso trabajo el de Galán ante el toro más complicado. Discreto en el primer tercio, sumó méritos y aciertos en banderillas. Un rejón de muerte fulminante le abrió una puerta grande generosa.

Muchos pies de salida tuvo el tercero, para apagarse tras el segundo rejón. Mantuvo la llama brava y quedó en las manos de Cartagena. Templado el toro antes de clavar, Cartagena se metió a la gente en el bolsillo en banderillas. Dos al violín, otras al quiebro, y un par a dos manos. Todo muy celebrado. Con las cortas, siguió certero. Un exceso de palos soportó el buen toro de Bohórquez.

Un buen toro, con son y sin agobiar fue el primero. Respondió animoso Luis Domecq. Muy cómodo toda la lidia, certero y desigual en rejoncillos. Siempre dentro de una elocuente sobriedad. Con la mole que hizo cuarto, Álvaro Montes mezcló aciertos y errores en una labor desigual. Un derroche de voluntad en Diego Ventura en el sexto. Siempre populista, resolvió con dignidad pero mató mal.