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Reportaje:HISTORIAS DE LOS 'NUEVOS BARRIOS' | La Estrategia del Sureste

Desesperación y montañas de papeles

El 'nuevo barrio' del sureste, el más grande, es todavía un solar a la espera de que sean concedidas las licencias de obra

Ana Domingo y Óscar Urbano, de 28 y 29 años, terminaron de pagar la entrada de su piso en diciembre de 2002. Su futuro piso, que cuesta más de 108.000 euros y tiene 80 metros cuadrados, trastero y garaje. Como ellos, miles de personas se embarcaron desde 1998 en la compra de una vivienda en

el proyecto de crecimiento urbano más ambicioso jamás aprobado en Madrid: la Estrategia del Sureste, como lo denomina el Ayuntamiento. En 4.300 hectáreas albergará en total a más de 490.000 vecinos en más de 122.000 viviendas, es decir, podría ser la séptima ciudad española por número de población y abarcará los distritos de Villa de Vallecas y Vicálvaro.

Sin embargo, hoy en día los pisos prometidos por las empresas gestoras para principios de 2003 siguen siendo hermosos campos de "verdes y con florecillas", comenta Óscar. "Al principio, íbamos una vez al mes a ver los terrenos, pero allí lo único que cambia desde 1999 es el paisaje: escarcha en invierno y flores de colores en primavera. Con suerte, en 2008 veremos la primera piedra", se resigna. Se sienten impotentes y sin fuerzas para buscar el hijo que les gustaría tener. La incertidumbre de cuándo podrán mudarse, los gastos del alquiler de su actual piso, más las letras de su futura vivienda, lo hace imposible.

La Estrategia del Sureste podría ser la séptima ciudad española en población
La gestora asegura que la fecha de entrega en 2003 fue avalada por el Ayuntamiento

Esta pareja es propietaria de una de las 14.000 viviendas en régimen de cooperativa de lo que será el futuro barrio de El Cañaveral, en el distrito de Vicálvaro. Una superficie de más de cinco millones de metros cuadrados, calificada como urbanizable por el Plan General de Urbanismo de 1997, pero que siete años después sigue siendo un solar. Y aun así son unos afortunados. Su barrio es el único de los cinco de la Estrategia del Sureste cuyo proyecto de urbanización (la construcción de los viales, alumbrado, etcétera) está a punto de ser aprobado, el paso previo a la construcción de los pisos. El resto de sectores o barrios -Los Cerros, Ahijones, Berrocales y Valdecarros- no cuentan tan siquiera con un plan parcial que permita empezar a hablar de urbanización, y mucho menos de levantar pisos.

Las causas de este retraso son burocráticas, como reconocen las partes. Por un lado, la demora en el desarrollo de los nuevos barrios del norte (Arroyo Fresno, Montecarmelo, Las Tablas y Sanchinarro), que debería haber terminado en 2001, ha repercutido en el resto de desarrollos urbanísticos previstos en el segundo cuatrienio del plan general, entre ellos el sureste. Por otro lado, según Urbanismo, la magnitud del proyecto hacía necesario ampliar la red de infraestructura básica (alcantarillado, luz, etcétera), ya que la existente no tenía capacidad suficiente para suministrar los servicios básicos a los miles de futuros vecinos. Esta ampliación requería de la aprobación de un plan especial previo a los demás planes necesarios para iniciar la construcción, y éste sólo fue aprobado en 2002.

Pero ahora es necesario pasar por más trámites antes de poner un ladrillo. Sin embargo, son difíciles de atender en poco tiempo por el colapso que sufre Urbanismo; según la gerente, Beatriz Lobón, "sólo los papeles del plan parcial de Valdecarros ocupan una habitación". En este sentido, Urbanismo lo tiene claro: hacen lo que pueden para cubrir los trámites cuanto antes, pero aun así consideran una temeridad dar fechas sobre cuándo estarán construidos los pisos, tal y como hicieron las gestoras cuando comenzaron a ofrecer las viviendas en 1998.

Ante este panorama, los afectados decidieron crear en octubre del pasado año la Asociación de Vecinos del Sureste (www.vecinosdelsureste.com) para informar y movilizar a los vecinos, y también para señalar a los que considera culpables de su situación. Su presidente, Juan Pablo Muñoz, acusa a las gestoras de ser las máximas responsables de los retrasos. "Nos han tenido seis malditos años olvidados", asegura. Los futuros vecinos sufren desde entonces una madeja de retrasos, dramas humanos e intereses económicos, según ellos, difícil de desentrañar, en la que los implicados se pasan mutuamente la patata caliente: los propietarios acusan a las gestoras, las gestoras a la administración, y ésta, a su vez, de nuevo a las empresas.

Ofigevi es la principal gestora de los terrenos del sureste. "Entre 9.000 y 10.000 viviendas" según su presidente, Miguel Torralbo. Deja claro que su empresa sólo se encarga de gestionar "las ventas de los terrenos y los procesos de urbanización y edificación", porque los cooperativistas son sus propietarios. Para explicar los retrasos, arremete contra la "irresponsabilidad" del anterior equipo del Ayuntamiento de Álvarez del Manzano, los continuos cambios en la Concejalía de Urbanismo, y contra el actual alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, "que ni siquiera responde a las cartas", que describen la situación por la que atraviesa el sureste. Torralbo asegura que la fecha de entrega comunicada a los vecinos fue avalada por unos documentos remitidos por el Ayuntamiento, en los que prometía "que para 2003 las viviendas estarían en marcha".

Una fecha que ya significa poco para Juan Pablo, el presidente de la asociación de vecinos, de 33 años, y su esposa, Susana García, de 29. Viven con sus dos hijos, de dos y cuatro años, en un piso de 33 metros cuadrados en el distrito de Tetuán. El mayor, Francisco, duerme en el salón. "A Rocío, la pequeña, que empieza este año el cole, le hemos tenido que hacer una cama más pequeña, porque ninguna de las del mercado cabía con nosotros en la habitación", dice Juan Pablo. El joven se siente "vilmente" engañado por su gestora, Ofigevi. Su sueldo como técnico de Iberia, 1.320 euros al mes, es el único dinero que entra en casa, y no consigue llegar a fin de mes, "y mucho menos ahorrar algo". "Cuando lleguen los pisos ya habrán pasado doce años", comenta, y concluye, "me deprimo porque no veo el final del túnel".

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