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Columna
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Elocuencia

Pepe Gimeno, uno de los diseñadores valencianos fundamentales, ha presentado recientemente una colección de obras en el IVAM bajo el título Grafía callada. Ha acompañado su colección con un libro, conceptualmente espléndido, donde se recoge en toda su amplitud el proyecto concreto y específico, que finalmente puede prolongarse hasta el infinito.

Hay tres aspectos que caracterizan a Pepe Gimeno, además de su inevitable buen hacer como profesional del diseño. La inteligencia, la libertad y la sensibilidad se abren paso en su experiencia vital para la que nunca ha querido desligarse de sus raíces domésticas. La inteligencia y la libertad, como principios, no han sido siempre bien valorados en algunos círculos donde se decide la vida de próximos y extraños. Por este motivo tan mediocre, la trayectoria profesional de Pepe Gimeno, como la de otros creativos, no se ha distinguido por la facilidad, la normalidad y la permanencia. La obra de Pepe Gimeno no es pintura, ni collage, sino un ejercicio pleno de diseño con cadencia y armonía en el que se trazan sobre todo sugerencias.

El gran lastre de la sociedad valenciana es su discurrir en compartimentos estancos. Los empresarios se mueven entre ellos y únicamente se ocupan de producir bienes negociables. Los artistas se reúnen en sus circuitos cerrados donde el enfoque de la belleza se acaba convirtiendo en un excluyente complejo de superioridad. Los profesionales liberales discurren a caballo entre la producción a cualquier precio y el dogma de la estética por encima de todo. Pepe Gimeno en ese entramado se ha ido posicionando con un proyecto muy personal, del que uno de sus frutos es la exposición y el libro que ha lanzado auspiciado por el Instituto Valenciano de Arte Moderno.

La obra de Gimeno se encuentra en una fase avanzada de madurez y quienes hemos tenido la oportunidad de conocerla y trabajar con él sabemos que no es fácil identificar su particular forma de crear en el contexto donde se mueve. Si Pepe, en vez de permanecer en la Comunidad Valenciana y en sus ingratos aledaños, se hubiera transplantado a cualquier otra zona emergente de la geografía española, hoy estaría volando en el olimpo de los escogidos. Y su obra, la que conocemos y la que ahora nos ha mostrado en el IVAM, sería celebrada en los cenáculos donde se decide el bien y el mal.

Las composiciones de Pepe Gimeno nos retrotraen, con suma elocuencia, a la simplicidad de lo que puede transmitir un objeto inerte o el sentido de los restos que la naturaleza va dejando en los distintos escenarios improvisados. Pepe nos demuestra que la importancia de los elementos no está en ellos mismos sino en cómo pueden ensamblarse hasta contribuir a la formación de un lenguaje repleto de sugerencias. En Pepe todo es diseño y en el libro que complementa el significado de su obra, se ha radicalizado hasta el extremo de dar a la luz un libro sin palabras. Es la fuerza de las cosas y la contundencia de cómo se han combinado hasta extraerles sonidos. En definitiva, todo en Pepe es comunicación y ahí coincidimos en el optimismo de que cada cosa es posible con tesón y trabajo. Sólo hace falta proponérselo y saber llevarlo a cabo.

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