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Columna
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El pepa

El presidente de la Diputación de Almería, José Añez, adelantó el miércoles pasado el anteproyecto del Plan Estratégico de la Provincia de Almería. La intención es buena; tal y como está concebido, el PEPA busca la colaboración de todos (Junta, Ayuntamientos, Universidad, organizaciones empresariales, sindicatos, asociaciones culturales, religiosas, ecologistas, entidades financieras y ciudadanos), porque de lo que se trata es de recoger "las aspiraciones de la provincia", y de reflexionar "sobre aspectos concretos de la organización de la provincia". Es decir, se trata de decidir el tipo de provincia que queremos, estudiar las diferentes clases de desarrollo y decidir cuál debe ser la base económica de la provincia, qué infraestructuras se necesitan, cómo mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, qué medidas son necesarias para la integración social de los mismos y cómo puede mejorar la gobernabilidad del territorio.

El PEPA no solo ordenará el territorio provincial, sino también las principales actividades productivas. Para entendernos, el PEPA tratará de responder a la siguiente pregunta: ¿cómo podemos desarrollarnos en una provincia como la nuestra, con unas riquezas específicas y unas limitaciones tan determinantes? Pero no se trata solo de ordenar lo que ya existe, sino de crear el caldo de cultivo para atraer empresas y proyectos de fuera. Almería crece económicamente por encima de la media andaluza y nacional, y es el momento de reflexionar sobre el modelo que hemos emprendido y de poner algo de orden a un desarrollo que ha generado riqueza, pero también "desequilibrio territorial", así como "pérdida de población y oportunidades de algunas zonas del interior". Es lógico que una provincia como Almería, que en muy poco tiempo se ha transformado tanto, tienda a crecer desordenadamente: cada cual busca su propio beneficio, olvidando casi siempre que el provecho individual sólo puede mantenerse si existe un proyecto de crecimiento colectivo a largo plazo.

Sobre el papel, la iniciativa de la Diputación no puede ser más oportuna. El peligro más importante que se cierne sobre esta iniciativa es que las respuestas a las preguntas que plantea el PEPA estén ya contestadas de antemano. Pero no quiero ser agorero. Habrá que esperar para ver si este PEPA, de nombre tan horrible, nace muerto o si por el contrario sirve para poner sobre la mesa una serie de discusiones pendientes y muy difíciles de plantear sin levantar ampollas. Almería, por ejemplo, necesita agua, de eso no hay duda; pero al mismo tiempo que la pedimos deberíamos preguntarnos si podemos seguir manteniendo nuestro modelo de agricultura o si hay que ponerle alguna limitación. Y naturalmente habrá que hablar del tipo de turismo que queremos atraer, de si tiene sentido que el desierto base su oferta en el golf. Habrá que hablar también del futuro del Parque Natural, y de si vamos a defendernos o no de la presión que ya están ejerciendo sobre todos los núcleos urbanos cercanos al mar las grandes constructoras, que querrían en Almería los mismos desaguisados que en el resto de la Costa del Sol.

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