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Análisis:'LO QUE ME CONTARON LOS MUERTOS'
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Un escalpelo sin filo

Lo que me contaron los muertos es el título de una nueva serie de TVE. El forense José Antonio García Andrade tiene escrito un libro con idéntico título. Así que pensé que la cosa iba a ir de policías de bata blanca, microscopios, ADN, es decir, una disección de un asunto criminal utilizando el fino escalpelo de la anatomía patológica. Una especie de CSI a la española. Pero en realidad es una recopilación de viejos asesinatos donde lo que menos importa es revelar al público cómo la policía llegó a descubrir al criminal.

El primer capítulo (hoy, 23.45) es el del asesinato de Anabel Segura, de 22 años, raptada en 1993 en una calle de la urbanización madrileña de La Moraleja. La joven fue hallada sin vida dos años y medio más tarde entre los escombros de una antigua fábrica de cerámica de Numancia de la Sagra (Toledo). La investigación demostró que la chica había muerto ahorcada, al poco de su secuestro, a manos de dos desgarramantas a los que un asunto de tal envergadura les venía demasiado grande.

Los 55 minutos de que consta esta entrega es en realidad un reportaje construido con imágenes de los archivos (los vecinos pidiendo la libertad de Anabel, la detención de los criminales, la excavación para localizar el cadáver, el juicio de los homicidas), hilvanadas por la un tanto agobiante presencia de Manuel Giménez, hoy presentador de televisión y antes portavoz de la Dirección General de Policía.

El capítulo se completa con las declaraciones de José Segura, padre de la joven asesinada; el abogado Rafael Escuredo, mediador entre los Segura y los secuestradores, y los forenses García Andrade y José Cabrera. Y punto. Sólo al final hay una pequeña reconstrucción dramatizada -hecha con más voluntad que acierto- del momento del rapto de la estudiante, que habría ido mejor situada al inicio del reportaje. Pero, en fin...

No se hace la menor mención a Juan Antonio González, actual comisario general de Policía Judicial, ni a su compañero Serafín Castro, ni a Esmeraldo Rapino y tantos otros que, pateando la calle o bien desde los laboratorios científicos, contribuyeron a aclarar tan espantoso crimen. Los sabuesos, los científicos y los forenses tendrían mucho -e interesante- que contar sobre este caso. Sobre cómo llegaron de la nada hasta los asesinos y qué técnicas usaron para lograrlo. Pero ellos no hablan. Ni los muertos tampoco. Al menos en lo visto en este primer capítulo de una serie que TVE estrena en verano. ¿Por qué será?

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