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Crónica:TOUR 2004 | Octava etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Mayo sobrevive bajo el agua

Victoria de Hushovd, el noruego que fue líder un día, en la última etapa bretona

Carlos Arribas

Ocurrió en Finisterre, un lugar en el que se juntan la tierra, el cielo y el mar y donde muchos creían que se acababa el mundo. Los días de lluvia, y llovía muchos días al año, muy pocos se atrevían a salir de casa, tan bajo estaba el cielo, tan gris estaba todo, las olas, las nubes, hasta los árboles. También a aquel ciclista, que se llamaba Iban Mayo, le habría gustado quedarse en la cama, aunque tuviera que estar todo el tiempo tumbado de espaldas, casi inmóvil, con su larga y afilada nariz sobresaliendo por encima de la almohada. En esa postura a veces se le quedaba abierta la boca y empezaba a roncar, pero a su compañero de habitación no le importaba. O no se quejaba. Dormía boca arriba porque se había caído unas cuantas veces de la bicicleta y le dolía todo, las piernas, las rodillas, que estaban hinchadas y las tapaba con parches rojos, la espalda, los costados y los brazos. Pero lo que más le dolía era el codo derecho.

Tour 2004 8ª Etapa

Lamballe-Quimber, de 168 kilómetros

ETAPA

1. Thor Hushovd (Credit A.) 3h 54.22m

2. Kim Kirchen (Fassa Bortolo) m. t.

3. Erik Zabel (T.Mobile) m. t.

9. Óscar Pereiro Sio (Phonak) m. t.

GENERAL

1. Thomas Voeckler (La Boulang) 33h 3.36m

2. Stuart O'Grady (Cofidis) a 3.01m

3. Sandy Casar (Fdjeux) a 4.06m

9. J. Enrique Gutiérrez (Phonak) a 10.02m

HOY

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Le dolía tanto que ni se podía dar la vuelta en la cama y tenía que tomar pastillas y antibióticos. Pensaba que lo tenía roto y fue al hospital una noche, pero le hicieron radiografías y no vieron el hueso roto. Así que se curaba con pomadas y se ponía vendas. Una vez, cuando era más joven, Mayo tuvo un accidente con el coche cerca de su casa. Se le cayó una cinta al suelo y al agacharse para recogerla giró el volante y el coche se fue a la cuneta. No tenía que haberle pasado nada porque iba muy despacio, pero tuvo tan mala suerte que el coche chocó con un muro de hormigón que señalaba que ahí había un sumidero. Iban Mayo se rompió las piernas y el codo, el mismo codo que se golpeó luego cuando se cayó corriendo el Tour. Le salió un bulto muy grande, como un huevo, y se asustó. Le costaba mucho mover el brazo y cambiar las velocidades de la bicicleta. Era como si el codo se acordara de que se había roto y se quejara de que le hubieran dado otro golpe allí, precisamente allí. En la etapa del sábado, estaba tan cansado Iban Mayo, y le costaba tanto dar pedales que un compañero suyo que se llama Egoi Martínez tuvo que estar todo el tiempo a su lado, animándole. "Vamos Iban, que ya queda poco. Vamos Iban, que ya les cogemos, que a todos les duele el cuerpo, que se han caído muchos de la bicicleta, que tú puedes con todo".

"Sí, pero lo que yo quiero hoy es un bocadillo de chorizo. Y estoy harto de que llueva", protestó Iban Mayo a la mañana siguiente. "Y también quiero pasteles y chocolatinas, como mi amigo Pedro Horrillo, que me ha llamado y me ha dicho que como ha ganado una etapa en una carrera en Austria, Pili, la de la pastelería de Amorebieta le va a invitar a pasteles". Desde la cama Iban Mayo miraba al cielo y sólo veía nubes enormes, nubes negras. Y también oía a la lluvia, gotas finas que chocaban contra los cristales de la ventana. "El bocadillo de chorizo te lo tienes que ganar", le respondieron a dúo sus jefes, que se llaman Miguel Madariaga y Julián Gorospe, y hablaban como los padres. "Sólo te lo daremos si sales a correr la etapa".

Y muy serio, sin hablar con nadie, poniendo el morro largo a todo el mundo, Iban Mayo salió a correr la etapa, que es un trabajo muy duro. No paró de llover en todo el día. Las ruedas de las bicicletas la escupían para todos los lados, salpicando las piernas y los brazos de todos los ciclistas. También les llegaba agua hasta las gafas, que se les empañaban y veían fatal. Pese a todo, Iban Mayo lo aguantó todo sin quejarse, quizás porque pensaba en el bocadillo de chorizo. "Qué bien", les decía a sus amigos, que también iban de naranja, como él, "qué bien, hoy me duele mucho menos el codo, y puedo mover bien el brazo. Y me cuesta menos pedalear. Qué bien". Pero por si la lluvia no fuera suficiente castigo para los pobres ciclistas, cuando ya se iba a acabar la etapa y estaban por las carreteras de cerca de Quimper, un perro se cruzó por el medio del pelotón. Se cayeron unos cuantos ciclistas. Se cayó Mikel Pradera, que también es amigo de Iban Mayo, pero éste no se cayó y entró junto a todos en el pelotón, no muy lejos del que llegó el primero, un noruego que se llama Thor Hushovd, un ciclista muy grande y muy fuerte que ya fue líder del Tour un día y se quedó sin maillot amarillo porque se cayó, como Iban Mayo, en la etapa de los adoquines.

Así que cuando terminó la etapa, Iban Mayo ya no tenía morro. Parecía que estaba hasta contento. Pero el bocadillo de chorizo se hizo esperar. Como al día siguiente (hoy) no hay etapa porque toca descanso y había un traslado hasta Limoges, que está a cientos de kilómetros de Finisterre, todos los ciclistas fueron juntos a ducharse junto a la meta y después se subieron a un autobús que los llevaba al aeropuerto. Y hasta entonces no pudo Iban Mayo comerse el bocadillo. Lo devoró deprisa, como hace todo. Y cuando se lo acabó miró al cielo, negro, tan cerca del mar, tan cerca de la tierra, y volvió a ponerse triste. Y dijo: "Ahora lo que no quiero es subir al avión, que me da mucho miedo".

Hushovd se golpea el pecho en señal de victoria tras imponerse a Kirchen y Zabel.
Hushovd se golpea el pecho en señal de victoria tras imponerse a Kirchen y Zabel.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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