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Perfil | José Antonio Fernández de Sevilla

Abanderado de la flexibilidad

Catalán, licenciado en derecho por la Universidad de Barcelona y a punto de cumplir sesenta años, ha asumido la presidencia de la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones -Anfac- cuando se cumplen cuatro años de su llegada a la presidencia de la la filial española del grupo Renault. En este tiempo ha contribuido de forma clara a la confirmación de España como "segunda patria" de la marca francesa. Su presencia se ha visto reforzada no sólo por la posición de liderazgo que disfrutan en el mercado español, o por la trascendencia mediática del piloto de fórmula 1 Fernando Alonso, sino por haber conseguido la fabricación en exclusiva de un motor diesel, dos versiones del Megane y un nuevo modelo, Modus, que se comercializará a partir de otoño.

Pero donde más a gusto se siente este culé incrustado en terreno enemigo desde que en 1971 es nombrado jefe de personal de Enasa-Pegaso en la factoría de Madrid, que ha derrochado una fina ironía desde los finales de la pasada Liga, es en el tercio social. Chrysler-Peugeot y Renault Vehículos Industriales contaron después con él hasta que es nombrado director de personal de Fasa-Renault en 1988. Tras varios ascensos se traslada a París como director de empleo y formación del Grupo Renault, para regresar en el año 2000 como director general de Renault España.

No suele ocultar sus avances en los campos de golf, pero lo que no disimula nunca es su convencimiento de la importancia del factor humano en el funcionamiento de las empresas, que no han de escatimar esfuerzos en lograr una paz social que garantice su actividad en las mejores condiciones y afiance su desarrollo futuro. "Es la mejor garantía frente a las deslocalizaciones", afirmaba hace unos días en la revisión del paso del ecuador de un año en el que se van a batir todos los récords de venta y producción de automóviles en España.

Y para lograr ese objetivo no hay mejor instrumento, según Fernández de Sevilla, que el diálogo. Un diálogo que piensa poner en marcha a dos bandas tras las vacaciones. Con la Administración y con los sindicatos. Con los segundos ya han conseguido casi cuatro años de tranquilidad para el 77% de la plantilla del sector y a los primeros ya les ha pedido que "hagan sus deberes".

Espera seguir enarbolando con fuerza la bandera de la flexibilidad laboral con la que, como se descuiden, puede plantear un asalto incluso al Estatuto de los Trabajadores.

SCIAMMARELLA

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