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CORAZONES AL SOL
Columna
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Cómo educar a nuestros hijos

ES FRECUENTE que los padres deseen que sus retoños se conviertan en profesionales respetados. Los hay que, al ver a su bebé mezclando papilla con arena, fantasean con haber engendrado a un pequeño Ferran Adrià. Y ¿cuántos de ustedes, al ver que el crío falsificaba las notas, no han intuido que tenían en casa a un futuro Urdaci? Por eso, a pesar de que no soy madre, creo que mis consejos pueden ser útiles a todos los que ya han escogido una profesión para sus hijos. Así pueden conseguir a una futura Esperanza Aguirre, a un futuro Nacho Cano o a un futuro Lluís Llongueras.

1. Un futuro 'maître'.

Educar a un futuro maître requiere el mismo sistema pedagógico que educar a un futuro Dalai Lama. Consiste en tratarlo desde que nace como a un ser superior. Le hablaremos siempre de usted, y cuando queramos llamarle, no gritaremos: "¡Paaablooo!", sino que susurraremos: "Pst, pst..., por favor". Al hacerle la ofrenda de su paga semanal, simularemos escribir algo en el aire y, si el niño la acepta, le daremos las gracias. Cuando escupa el biberón, en lugar de darle un sopapo, lloraremos de gozo. Pero le explicaremos que la próxima vez, antes de escupir, tiene que agitar el biberón, olerlo, dar un sorbo y mantener el líquido en la boca unos instantes. Después deberá decir: "Correcto, mamá. Puedes servirlo".

2. Un futuro escritor.

De acuerdo, queremos que nuestro bebé sea escritor. Allá nosotros. Para ello le haremos sus primeras fotos de recién nacido en lugares alternativos y en actitudes interesantes. Trasladaremos la cunita a unos grandes almacenes, a una central nuclear o a un vertedero. Le colocaremos un chupete en forma de cigarrillo y le obligaremos a adoptar una actitud de hastío. Para el bautizo, enviaremos participaciones a los invitados con este texto: "Nací el 4 de julio porque mi madre no tenía nada mejor que hacer. El lugar no importa. Me considero ciudadano del mundo. Actualmente trabajo en una redacción titulada Me gustan las jirafas". Le haremos creer que somos pobres, para que de este modo pueda desarrollar la leyenda de una infancia desgraciada. Será educativo que invitemos a jugar a casa a otros niños que deseen ser futuros directores de cine. Así empezaremos a cultivar en él el sentimiento de que nunca va a ser el más popular del parvulario. Por último, cada vez que un mensajero nos traiga un paquete y nos pida "una firmica", haremos que el niño ponga su nombre y añada: "Con cariño y amor, 4-07-04".

3. Un futuro albañil.

Queremos que nuestro retoño sea un futuro albañil. Es una buena elección. Para ello, programaremos todas sus actividades extraescolares a la misma hora del mismo día. El niño deberá aprender a dar una excusa pintoresca al monitor de yudo por no haber ido a clase y a darle otra excusa pintoresca al monitor de teatro por no haber ido a clase. El niño albañil aprenderá a chasquear la lengua de preocupación cada vez que se le pongan deberes. "Huy...", deberá exclamar ante una multiplicación. "Esta multiplicación no se podrá hacer. Habrá que sustituir toda la libreta y comprar bolígrafos nuevos". El niño albañil recibirá su paga a treinta, sesenta y noventa días, pero, a cambio de ella, no recogerá los juguetes de su habitación hasta un mes después de haber cobrado. Y no olvidemos su manera de hacerlo. Lo correcto es echar un vistazo a los juguetes, levantar un plano y, acto seguido, irse a merendar.

4. Un futuro actor.

Desde bebé, el futuro niño actor vestirá camisetas con lemas solidarios o ingeniosos. También aprenderá que para saludar y despedirse de sus amiguitos o de la canguro tiene que besarles en la boca. "Te quiero, ¿vale?", le dirá al pediatra mientras le ausculte la tripita. Nuestro hijo aprenderá a relacionarse con los críos de los cursos superiores, sobre todo si quieren ser futuros escritores o futuros directores. "Fulano es muy amiguito mío", dirá de todos ellos. Cada vez que le expliquemos un cuento, por ejemplo el de la Caperucita Roja, el niño actor deberá preguntarnos: "¿Tú crees que el lobo es bisexual?".

5. Un futuro maestro.

En fin, si estamos tan locos de querer un niño maestro, allá nosotros. Lo principal es bautizarle con un nombre horrendo. De este modo, la criatura se acostumbrará desde la infancia a ser vejado por los alumnos. No debemos darle paga semanal. Y durante las vacaciones, hagámosle sentir culpable. "No mereces tantas vacaciones, eres un vago". Y muy importante: si comete alguna travesura (manchar el babero, por ejemplo, o tirar del pelo a un amiguito) no le riñamos. Denunciémosle.

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