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Crónica:Eurocopa 2004 | PORTUGAL
Crónica
Texto informativo con interpretación

Proeza griega

El equipo de Rehhagel vulgariza a la pomposa República Checa y alcanza la primera final de su historia

Ramon Besa

La Eurocopa acabará en Lisboa con el mismo partido que empezó en Oporto. Grecia acude de nuevo al encuentro de Portugal después de haber vulgarizado a la pomposa República Checa. Decapitado por la lesión de Nedved, al equipo de Brückner no le alcanzó ni la actuación deliciosa de Rosicky ni el saber estar de Cech frente a un rival soberano porque siempre fue consecuente con su propuesta. Grecia se ha reivindicado por su capacidad para negar a los rivales y rematarles en el momento preciso con el jugador oportuno. Ayer fue el partido de Dellas, inexpugnable en su propia área y terminal en la contraria, autor de un gol de plata en el último minuto del primer tiempo de la prórroga que daba a su equipo una clasificación histórica.

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Ningún equipo visualiza mejor los partidos que Grecia. Al encuentro de la exuberante República Checa acudió con el mismo plan y actitud con que había inutilizado a selecciones de toda condición, como la perseverante Portugal, la afilada España o la poderosa Francia. La República Checa no lo pasó mejor. Tuvo un arranque eléctrico porque es una selección luminosa, llena de matices y recursos y no hay antídoto que valga contra el disparo a media distancia, como el que practican Rosicky o Jankulovski, protagonistas de las jugadas iniciales. La falta de puntería y la ansiedad la remitieron, sin embargo, al monólogo griego de costumbre cuando ni siquiera había pasado la media hora.

La República Checa se encontró con un serio problema de espacio. Grecia se tapa de maravilla. No concede ni un palmo y desactiva al adversario con la misma rutina que uno apaga la luz al acostarse. Rehhagel dispone una defensa mixta, al hombre sobre los futbolistas desequilibrantes -Katsouranis encimó a Nedved y Seitaridis a Baros- y zonal para los demás y ocupa racionalmente el centro del campo con volantes con un gran sentido táctico y buen despliegue físico para la presión. Las faltas tácticas quedan como recurso. Y no hay manera de que el adversario consiga salirse del yugo griego.

El versátil equipo de Brückner quedó enredado en la ciénaga griega, expuesto además a cualquier golpe terminal, al cabezazo de Charisteas o al remate de Vryzas, puntualmente alimentados desde las bandas. Zagorakis, Katsouranis, Karagounis y Basinas aparecieron de manera sorprendente por encima de Galaseck, Rosicky, Poborsky y Nedved. Parada y con los circuitos de su juego prácticamente cortados, la República Checa se colgó descaradamente del pescuezo de Koller, una suerte para los buenos cabeceadores griegos, que actuaron siempre con ventaja ante los balones frontales.

Enfriado el partido a su gusto, Grecia pasó a disputar la victoria mientras las malas noticias se sucedían en el bando de Brückner. Nedved se retiraba lesionado al tiempo que una entrada de Fyssas no encontraba la bota de Vryzas por un dedo del pie. Únicamente e Jankulovski desde el lateral izquierdo daba aire a la República Checa, igualmente coja porque Grygera no parece precisamente un lateral derecho. Por más vueltas que le daba, no hallabaa la manera de entrar en la contienda, una situación que invita normalmente a perder la paciencia, a dudar sobre la vía a elegir, a temer por un triunfo que se da por descontado.

La baja de Nedved agravó los problemas de la selección de Brückner. Ningún otro jugador como el bota de oro reúne cuantas condiciones incomodan a Grecia: rapidez, verticalidad, línea de pase y un remate poderoso. Nadie chuta como Nedved y la República Checa y, sin embargo, no había manera de meter un remate entre los tres palos a Nikopolidis. Los medios cerraban muy bien y Dellas limpiaba el área con una suficiencia y tranquilidad que sólo se suponían a Ricardo Carvalho.

No le quedó otro remedio a la República Checa que encomendarse a Rosicky, un volante que irrumpe en campo ajeno con una clarividencia exquisita, sin reparar en el número de defensores, dispuesto a tirar una pared con Koller, a tocar para Baros o resolver por su cuenta con un remate. El liderazgo de Rosicky en el último tramo del partido resultó determinante para que el equipo de Brückner retomara el mando y se ganara un par o tres de disparos muy ajustados que espantaron a los griegos.

La carga de la República Checa provocó que el equipo de Rehhagel reculara para regresar al punto de partida: tocaba concentrarse de nuevo para neutralizar al contrario y procurar alcanzar la prórroga para reorganizarse. Dicho y hecho, aunque de por medio Vryzas no llegó a un remate que parecía terminal, una acción que anunció la reaparición griega. Rehhagel metió a Tsartas en el tiempo añadido y Giannakopoulos y Dellas se enfrentaron a Cech en dos remates escalofriantes que el portero resolvió serenamente. Desquiciada, la República Checa se sintió vencida y a la tercera llegada de Grecia se entregó.

El gol de Dellas premió el diseño de partido de Rehhagel, un técnico que le ha dado a su equipo una organización del juego tan consistente como para desquiciar a la mismisima República Checa. Entusiasmada y más confiada que nunca en su plan, Grecia aspira ahora a repetir triunfo ante Portugal en la final. Los dos rivales de España en la primera fase disputarán el título.

Los jugadores helenos celebran el gol de plata de Dellas, conseguido justamente cuando iba a finalizar la primera parte de la prórroga y que metió a Grecia en su primera final.
Los jugadores helenos celebran el gol de plata de Dellas, conseguido justamente cuando iba a finalizar la primera parte de la prórroga y que metió a Grecia en su primera final.ASSOCIATED PRESS
Los jugadores griegos celebran el gol de Dellas que metió a Grecia en la primera final de su historia.
Los jugadores griegos celebran el gol de Dellas que metió a Grecia en la primera final de su historia.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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