_
_
_
_
_
Reportaje:RUTAS URBANAS

Huellas de la diáspora en París

Le Marais une la herencia judía con una animada vida nocturna

Existen otros mundos, pero están en éste", decía Hoffmann. Efectivamente, una de las peculiaridades de París consiste en acoger facetas de otras culturas, remotas o modernas, y hacerlas coincidir mezcladas al ritmo ordinario, propio de la ciudad. Muchos usos y costumbres de etnias diferentes (tradiciones, lugares de culto) han sido asimiladas progresivamente por el republicanismo civil sin convertirse en guetos sus áreas de influencia. La comunidad judía es una de ellas, y quizá la más importante.

En la capital francesa, todavía emblema del humanismo europeo, está asentada la más importante (300.000 personas) población judía de Europa. Un libro acaba de recopilar su patrimonio religioso y urbano en detalle. Las grandes sinagogas fueron construidas con Napoleón III, aunque la inmigración nunca cesó desde la Edad Media hasta el siglo XX. Poco antes de la Revolución aparecen los primeros cementerios judíos en Montrouge, y en 1807 las corporaciones hebreas fueron autorizadas a disponer y organizar todas sus ceremonias y liturgias a condición de no entrar en conflicto con el Código Civil de la República. La autoridad del Consistorio Central de Israelíes de Francia, integrada por laicos y religiosos, se encarga desde entonces de reglamentar el culto y organizar la vida de la comunidad.

Los judíos españoles reacios a la conversión emigraron en el siglo XV hacia el Imperio Otomano, y desde allí, por trashumancia (diáspora), huyendo de persecuciones y prohibiciones de otros países, llegarían masivamente al norte de Europa o se implantarían por sucesivas oleadas en París entre 1909 y 1912. En su mayoría, sefardíes (españoles, en hebreo), y gracias a la Alianza Israelí Universal, que había abierto escuelas francesas, acudirán judíos de otros rincones de Europa, principalmente de Salónica -con un 60% de antiguos españoles antes de devenir griega- y de Estambul. En sólo una generación se harán francófonos naturalmente, y se integrarán socialmente, afincados en los distritos 9, 6 y 16 de la capital. Más tarde, los judíos de África del norte tomarán el relevo. Dos bellas sinagogas, construidas en el II Imperio (Victoria y Tournelles), están clasificadas como monumentos históricos desde 1987. Para el especialista en arquitectura del siglo XIX, autor de la reciente e inédita Guía del patrimonio judío parisiense, Dominique Jarrassé, "la simbiosis con Francia ha producido textos y sagas brillantes y trágicas". Descontando los lugares santos -para el viajante laico, puramente ornamentales-, como sinagogas y cementerios, destacaremos dos espacios interesantes: el Museo de Arte e Historia Judía, a dos esquinas del centro Beaubourg, y el barrio festivo, aristocrático y popular a la vez conocido como Le Marais.

El convoy número 9

Un suntuoso edificio del siglo XVII, antiguo Hôtel de Saint-Aignan, alberga el Museo de Arte e Historia. Inaugurado en 1998, expone una panorámica del folclor y el culto, a través de las épocas arcaicas, hasta nuestros días. En el vestíbulo consta una lista alfabética -por si acaso la memoria desfalleciera- del convoy número 9, destinado a los campos de exterminio. Una vez evocado el crimen colectivo inolvidable para la historia accedemos a toda clase de reliquias y documentos. Hay muchos objetos simbólicos. En vitrinas o por el suelo vemos parchemines y rollos de la Torah, textos fundamentales, manuscritos enlaminados, maquetas originales de templos, orfebrería y broderie litúrgicas. Estelas funerarias, preciosos cofres y arcas transportan la imaginación a siglos primitivos, pero hay también cuadros modernos de Chagall, Soutine, Modigliani...; fotos de Robert Capa (el inigualable fotógrafo de la Guerra Civil española), y referencias más recientes, como los galones del capitán Dreyfus. Una librería, en la planta baja, junto a una cafetería adaptada, propone una vasta selección de libros y obras de intelectuales y artistas judíos. Se puede comprar La Shoah explicada a los niños, de Annette Wieviorka, un cuaderno magistral y pedagógico, así como textos poco conocidos de Walter Benjamin y Hannah Arendt, y otras curiosidades de gran valor literario o ético, como el remarcable trabajo del filósofo Giorgio Agamben Ce qui reste d'Auschwitz. El palacio exhibe sus baluartes de forma inteligente y nada aburrida.

La sombra del Golem

Boletín

Las mejores recomendaciones para viajar, cada semana en tu bandeja de entrada
RECÍBELAS

Delante de una tienda de la célebre cadena japonesa Muji está la librería de la Sociedad Hebraica Judaica. El lugar, con aspecto abandonado desde el exterior, parece un antro clandestino, como si aún pudiesen aparecer por allí súbitamente los alguaciles de la Inquisición buscando herejes. El librero se llama Bernard Lieberman y la documentación que guarda es inmensa. Se encuentran libros raros sobre la cultura y el arte judíos de cualquier país. Hojeando volúmenes o litografías con signos misteriosos te invade la extraña sensación de que, tras las inmensas pilas de libros y fajos, has percibido la sombra furtiva del Golem, el monstruo imaginado por una leyenda ancestral.

El barrio judío posee una doble utilidad: como zona para divertirse por las noches, en solitario, o como lugar idóneo para pasear el fin de semana con la familia, pacíficamente, aprovechando una mañana soleada. Adentrarse por su calle principal, la Rue des Rosiers, es como acercarse a un Oriente mediterráneo occidentalizado. La alegría y el buen vivir de sus vecinos, una vez concluida su jornada laboral, resulta contagiosa. Por las vías estrechas, casi peatonales, sobresalen quioscos de comida rápida -se come una empanada deliciosa llamada fallafé, hecha con crudités y crema de garbanzos-, aunque hay también restaurantes o charcuterías con alimentos genuinos de la tradición culinaria judía (salamí, embutido de pavo, grasa de oca, tarama, anís Phenis) que permiten seguir sin perder tiempo el paseo, las visitas a museos o las compras por tiendas chic (Rue de Francs Bourgeois). Por la tarde, a la hora de merendar, pueden degustarse dulces charlando en salones de té con ambientes tranquilos. Especialmente buenos son la panadería Korcarz y sus pasteles húngaros, Stroudel y sus manzanas o pavot. Todas las noches, el barrio se enciende (o incendia) festivamente, y el alterne y la vida social se intensifican como en pocos lugares de París. El barrio cuenta además con numerosos bares gays y heterosexuales, y cafeterías de moda para todas las edades.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir

- Air France (www.airfrance.es;

901 11 22 66) tiene ofertas para volar a París desde varias ciudades españolas (consultar web). Por ejemplo, entre el 27 de junio hasta finales de agosto, ida y vuelta desde Barcelona (comprando 21 días antes), a partir de 132 euros; desde Madrid (comprando con 42 días

de antelación), desde 162, siempre más tasas.

- Iberia (www.iberia.com; 902 40 05 00), también a partir de 132 y 162 euros más tasas desde Barcelona y Madrid en verano (con 21 y 42 días de antelación, respectivamente).

- Aerolíneas Argentinas (902 36 57 47; www.austral.com.ar), ida y vuelta entre Madrid y París, desde 109 euros más tasas.

Información

- www.paris-touristoffice.com.

- www.paris.org.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_