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Columna
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Catarsis en IU

La noche del 13-J una especie de estupor mental se fue apoderando de los analistas, hasta quedar como sonámbulos por las callejuelas de Babia. Qué bárbara abstención, qué triunfo el del PSOE -lo de Sevilla roza el espectáculo-; la polarización nacional en torno a dos fuerzas políticas, en Andalucía fue más bien de una sola y la otra arrastrándose a 18 kilómetros. ¿Las demás? Como si hubieran sido reducidas a la condición de leves fantasmas agitados por la indiferencia.

Conforme pasan los días, amaina la confusión y algo se va aclarando. Sólo algo. Empezando por la abstención, dos causas principales ya parece que tuvo. Una, la ambigüedad de ese turbio objeto encerrado en las urnas, que no se sabía esta vez si era lámpara de Aladino o caja de Pandora. Europa, tan cerca, tan lejos. Haciéndonos sentir, unas veces las importantes ayudas de Bruselas; otras, el flagelo que no cesa de las OCM: aceite, algodón, más la devolución de ayudas a los astilleros, o la irreparable lejanía de las costas de Marruecos, donde antaño pescar solíamos. ¿Y dicen que la Comisión no es un verdadero Gobierno? Pues el día que lo sea... Dos, la fatiga del electorado. Déjennos un rato tranquilos, por favor.

Ahora, lo del descalabro de la oposición. Del PP ya nos ocupamos la semana pasada. Hoy le toca a IU. No se ve por sus conclusiones que les ilumine el espíritu. De todo hablan, menos de lo principal, la ideología. Debate "a fondo y sin límites" sobre estrategia, modelo organizativo, composición de la dirección de IU... (En estas retahílas, lo que se pone lo último suele ser lo primero). "Americanización de la política", o sea, el bipartidismo, que inventaron los ingleses y practican todos los países democráticos, por algo será. A lo mejor son manías. "Silencio de la sociedad civil crítica". No se quejen, siempre reciben un generoso apoyo de intelectuales y artistas más o menos alineados, que ya quisiera el PSOE. En cuanto a "los debates internos", llamémosles por su nombre: guerras fratricidas. Han tenido hasta un grupo, el del inefable alcalde de Marinaleda, que ni siquiera ha hecho campaña electoral. Y, por último -en realidad, lo primero-, la "recurrente actualidad de nuestras relaciones con el PSOE como un elemento de permanente distorsión de nuestro espacio". La frasecita se las trae, pero algo alumbra. Tras haber renunciado al discurso comunista, sin sustituirlo por nada, pretenden ocupar por las buenas el espacio socialdemócrata, que ya está ocupado. En cuanto a la llamada a aglutinar en torno suyo a la izquierda plural, ya ven el caso que les hacen los electores. ¿Y lo del préstamo de votos? Se estima que el 14-M fueron unos trescientos mil, en toda España, que ahora no han recuperado. Y ojo: más cedieron los desertores del PP, que ya es "prestar".

¿Qué hacer entretanto? Pues procurar alianzas para componer mayorías, dentro de un posibilismo errático, a veces equivocado, como en el País Vasco, donde cada mañana regalan una botella de oxígeno a los nacionalistas. A veces acertado, como en el Ayuntamiento de Sevilla, donde contribuyen al fiero combate contra los especuladores del suelo. Pero nada de eso les libera de la cuestión fundamental: una definición ideológica propia. Lo demás, ficción y ruido. Suerte.

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