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Reportaje:Eurocopa 2004 | Segunda jornada del Grupo A

10.000 'furiosos' en Oporto

Por momentos, el estadio Bessa, inundado de españoles, parecía La Maestranza

Un intenso calor recibió ayer en Oporto a la hinchada española, que tomó la ciudad con sus cánticos festivos y ataviada de ese rojo tan intenso que luce su selección. Eran más de 10.000. Entre ellos, el rey de España, don Juan Carlos, así como la Ministra de Cultura, Carmen Calvo, que acompañaron al presidente de la República portuguesa, Jorge Sampaio. Son muy amigos el Rey y el dirigente luso. Comieron juntos en el barrio de Ribeira, el más popular de Oporto, junto al río Duero. Sampaio estuvo un rato en el estadio de Bessa, pero se marchó poco después en un avión privado a Lisboa para presenciar en directo el Portugal-Rusia.

Una parte de la afición española no respetó el silencio en el momento de emisión del himno griego. Se puso a gritar aprovechándose de que era mayoría para impedir que se escuchase. Lo logró. Se vio cómo cantaban el millar de helenos recluidos en uno de los fondos, pero apenas se les oía. En medio de las enseñas de los griegos, azules y blancas, destacaba una pequeña bandera del Athletic de Bilbao. Antes, la mayoría del estadio cantó, mejor dicho, tarareó el himno español. ¿Cómo es la letra?, preguntó un portugués despistado. No tiene, claro.

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Tres cuartas partes del recinto de Bessa eran españolas. Había pancartas que certificaban el origen de los aficionados: De Cieza, de Cáceres, de Burgos, de Ribadesella...Una de ellas recordaba a Michel Salgado, que se cayó del torneo a última hora por lesión. Ya metidos en harina, los seguidores se acordaron de Valerón. No necesitaron más de un cuarto de hora para reclamar al media punta canario del Deportivo, al que la hinchada ve en estado de inspiración.

Los gritos contra los griegos se reprodujeron después de que Giannakopoulus le atizara una patada a Puyol que dolía desde 30 metros de distancia. Lo mismo pasó poco después, cuando Karagounis le pegó otro patadón a Etxeberria, que hubo de salir del campo para ser atendido. Grecia no reparó en gastos en el reparto de estopa. Así hasta que Raúl volvió a parecerse a sí mismo. Se sacó un pase magistral hacia Morientes y el gol del delantero del Madrid cayó justo en la grada más poblada de seguidores hispanos, que experimentaron una euforia muy intensa. Tanto, que De Bessa parecía ayer Sevilla, y a Morientes le cayó un toro de trapo desde la grada para que lo devolviera, como si de La Maestranza se tratara. Tras el gol, en la carrera enloquecida de Puyol para abrazar a sus compañeros, señaló con el dedo a Raúl y le gritó: "¡Es tuyo, es tuyo!", como muestra de reconocimiento del grupo hacia su capitán, que ha sido cuestionado en los últimos días por su estado de forma. Necesitaba apoyo Raúl y también se lo ofreció la hinchada: coreó su nombre después de que errara en el remate de cabeza un centro de Joaquín.

Cada vez que se acercaba a lanzar un córner, Vicente oía corear su nombre durante unos segundos. A sus 22 años, ya se ha convertido en un ídolo de la hinchada española, encantada con él después de su formidable campaña en el Valencia. "Vicente, Vicente, Vicente...". Y al extremo zurdo del club de Mestalla se he hinchaba el pecho cada vez que se arrimaba a ese rincón por el que tan a gusto se mueve. Era una manera de compensar su cabreo con el Valencia. Está negociando la ampliación de su contrato y el club no le ofrece cobrar ni entre los cinco mejor pagados.

Los olés del público retronaron en la segunda parte. Sobre todo por las jugadas mágicas de Puyol, protagonista inesperado de regates imposibles. Y, especialmente, de Joaquín, que llenó de bicicletas el extremó donde se refugiaban los seguidores griegos. Luego atronó una vez más el estadio para que saliera Valerón. Salió. En el minuto 64. Y recibió la ovación de la tarde, señal de que se ha convertido en el emblema de este equipo. Justo antes de que empatara Charisteas y reaparecieran los hinchas griegos, ausentes desde casi una hora antes. Aún así, hubo una reacción en la grada española para seguir animando hasta el final. "A por ellos", gritaron antes de entusiasmarse con la aparición de Torres, que sustituyó a Raúl. Confiaron en que El Niño les daría otra excusa para ser felices. El delantero del Atlético de Madrid, sin embargo, no tuvo opción. Se terminó el partido y, entonces sí, los griegos se apoderaron del recinto con sus cánticos: creyeron tener la clasificación en el bolsillo. Para desencanto de los 10.000 españoles que tanto apelaron a la furia y terminaron furiosos por el resultado final.

El rey Juan Carlos, rodeado de hinchas españoles, durante su visita al centro de Oporto antes del encuentro.
El rey Juan Carlos, rodeado de hinchas españoles, durante su visita al centro de Oporto antes del encuentro.EFE
Un grupo de aficionados españoles, en las gradas del estadio Bessa.
Un grupo de aficionados españoles, en las gradas del estadio Bessa.ULY MARTÍN

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