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Crónica:Eurocopa 2004 | Primera jornada del Grupo D
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los checos eluden el sorpresón

Nedved y sus compañeros deben exprimirse al máximo para remontar el encuentro ante una dignísima Letonia

La ovación fue mayúscula para la República Checa y para Letonia, que se lo habían merecido. Se exprimieron al máximo. Terminado el encuentro, los dos equipos se quedaron un rato en el campo, descamisados, para disfrutar de su generoso esfuerzo: aplaudiendo a sus respectivas hinchadas, que respondían entusiasmadas. No tanto la letona, que había acariciado otro hito histórico. Pero se le escapó en la última media hora. Por muchas razones. La primera es que el seleccionador checo, Karen Brückner, apostó y ganó. Pobló su equipo de atacantes, la mayoría muy buenos, y al final remontó el partido. Después, porque Poborsky está en vena y, de tanto insistir en sus internadas por la banda derecha, no les quedó más remedio a sus compañeros que aprovechar alguno de sus centros. También, porque Nedved, aunque lejos de sus mejores tiempos, tiró con todo para ganar. Si bien antes los checos habían penado la blandura de su defensa. Salvo Jankulovski, es una defensa inexperta. Un punto débil. Sorprendida con demasiada frecuencia por los contraataques letones, excelentes por otra parte. Siempre lanzados por tres pequeñajos: Prohorenkovs, Rubins y Verpakovskis.

Poborsky sigue siendo un extremo feliz, de los que van y vienen, regatean y disparan
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En el fútbol, los contragolpes son como latigazos que parten a los equipos en dos. En ocasiones, al que lo lanza y al que lo recibe. Que se lo pregunten, si no, a la República Checa, que envió una contra justamente antes de ser matada por otra. Claro que mucha culpa la tuvo su joven delantero Baros, superado por la arrogancia. Recogió la pelota en el centro del campo e inició una carrera enloquecida hacia la meta letona tratando de regatear a un rival tras otro. Sin levantar la mirada. Sin querer advertir que a su lado corría un tal Nedved, balón de oro para más señas y más de 70 veces internacional. Perdió el cuero, claro, y Nedved, que se había pegado un carrerón, lo fulminó con la mirada. Con razón. Acto seguido llegó la epopeya letona. Un pelotazo largo, la cabalgada por la izquierda de Prohorenkovs y su centro raso que remataría, quién si no, Verpakovskis, el héroe nacional. Un delantero del tamaño de una pinta de cerveza que ha marcado todos los goles importantes de la historia de este país báltico. Se tragó el centro el gigante Cech y Verpakovskis sólo hubo de embocar. Es rápido, ligero y, sobre todo, inteligente en sus movimientos. Es decir, oportunista. Y sólo tiene 25 años. El gol desató la euforia entre la hinchada roja. También entre sus periodistas, que dieron golpes de alegría sobre los escritorios.

Hay maneras y maneras de envejecer. La de Del Piero, que a los 29 años está para sopitas. Y la de Poborsky, el mejor de los checos. A sus 32 años, sigue siendo un extremo feliz, de los que van y vienen, regatean y disparan. Eso sí, sus centros de ayer, como si oyeran llover. No estaba para nadie el Dinosaurio Koller, que llegaba tarde o saltaba pronto. Nunca a tiempo. Peor si le caía el balón a los pies.

Más difícil de roer de lo esperado resultó Letonia. Tiene un par de jugadores interesantes. Rubins, por ejemplo, del Yaroslav, ruso, que es un zurdito veloz que juega como si estuviera en el colegio. Tanto, que una frivolidad suya dentro del área, quiso tocar la pelota de tacón, a punto estuvo de aprovecharla Poborski para marcar. Tenía un clon en el ataque, Prohorenkovs, la misma estatura, el mismo pelo enrojecido y la misma capacidad para generar contragolpes. Uno tras otro. De la rudeza letona sólo dejó constancia Bleidelis cuando envió desde lejos un tiro altísimo. Sin intención alguna. A menos que pensara en términos de rugby y aquello fuera un ensayo.

No puede decirse que los checos ahorraran ganas de atacar. Las puso todas. Brückner retiró un defensa, Grygera, por un centrocampista, Heinz, y retrasó a Poborsky. Y éste precisamente levantó a su equipo. Siguió penetrando por el extremo, ahora arrancando desde más atrás. Y en una de ésas, después de librarse de tres defensores, su centro, esta vez sí, lo remachó Baros a gol. La República Checa empezó a ser esa locomotora atacante que había anunciado en la clasificación. Nedved asumió sus galones y empezó a parecerse a la mejor versión de sí mismo: ese todoterreno con una determinación abrumadora. Otra cosa es Rosicky, con más clase que su jefe, sin duda, pero también con menos determinación. Respeta, eso sí, la mejor tradición del 10 clásico: es muy elegante. Sabe jugar, en definitiva, aunque todavía le falte jerarquía. Sólo tiene 23 años.

Al final, la apuesta ofensiva del Mago Brückner, por su pelo blanco y aparentes habilidades mágicas, surtió efecto. Heinz, que había suplido a un defensa, marcó de un zurdazo inapelable. Ya había advertido con otro trallazo, señal inequívoca de que es un excelente cañonero este delantero del Banik Ostrava reconvertido en centrocampista.

El delantero checo Koller intenta el remate, obstaculizado por el defensa letón Blagonadezdins.
El delantero checo Koller intenta el remate, obstaculizado por el defensa letón Blagonadezdins.EFE

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