Un cuento de hadas
A los 37 años, el jugador italiano Zola rechaza ofertas suculentas y vuelve a su tierra para ayudar al Cagliari a subir a Primera
Gianfranco Zola ha protagonizado un cuento de hadas. A los 37 años ha alcanzado, por fin, la gloria en Italia. Cuando abandonó el Chelsea, el pasado verano, el "maestro" tenía una oferta del club londinense para asumir un cargo técnico. Tenía también una oferta multimillonaria de Qatar, y algunas otras opciones rentables. Pero regresó a su tierra, a Cerdeña, con la idea de ayudar a un Cagliari que llevaba tres temporadas en Segunda y no veía forma de volver a levantar cabeza. Zola se ciñó el brazalete de capitán, apretó los dientes y lo consiguió: el Cagliari está de nuevo en Primera.
Pocos esperaban que un hombre casi cuarentón pudiera marcar la diferencia en una competición tan dura como la "serie B" italiana. Y menos que nadie Zola, tan pequeño con sus 168 centímetros, tan vulnerable a las tarascadas sobre terrenos semicalvos. "Es una decisión sentimental, algo que sentía que debía hacer", explicó el día en que vistió la camiseta roja y azul del Cagliari, con el número 10 a la espalda.
A Zola le faltaba ese capítulo en su vida. Llegó al Nápoles desde el modestísimo Torres con 22 años, con la misión de suplente y ayudante de Maradona: más difícil, imposible. En 1993 fue traspasado al Parma. Entretanto accedió a la "Nazionale", cuya camiseta azul vistió 35 veces y con la que marcó ocho goles. Tuvo muy mala suerte con los azzurri. Sólo una vez salió como titular, contra Nigeria en la segunda ronda del Mundial de 1990, y fue expulsado a los 12 minutos. En el Europeo de 1996 falló un penalti decisivo. Parecía condenado al limbo de los "jugadores especiales" que no alcanzan a hallar su lugar y su momento.
En 1996 llegó la oferta del Chelsea. Ahí dio, al fin, con el lugar y el momento que le esperaban. La prensa británica, habituada al inmarcesible fútbol local de carrera, tackle y resbalón en el fangal del córner, tardó poco en apodarle "The magic box", la caja de sorpresas, por su inagotable surtido de recursos técnicos. En aquel tiempo, anterior a la "revolución francesa" del Arsenal, no se veían en Inglaterra tipos capaces de lanzar una diagonal perfecta mirando hacia la tribuna, driblar a dos contrarios sobre una gota de agua o adivinar el sentido de una jugada con segundos de antelación. En realidad, había uno de esos tipos, Paul Gascoigne. Pero era Paul Gascoigne.
El inmenso cariño que se ganó en Chelsea hizo que Roman Abrahamovich le ofreciera seguir en el club tras colgar las botas. Ese cariño fue aún más visible cuando Zola decidió seguir en Cerdeña: no era raro ver a un centenar de ingleses en las gradas del Comunale Sant'Elía, el estadio del Cagliari, venidos expresamente para disfrutar una vez más del viejo "Magic Box".
La "misión imposible" de Zola en el Cagliari resultó, como se preveía, muy difícil. En noviembre el equipo estaba más cerca del descenso que de la promoción a Primera y el técnico, Gianpiero Ventura, fue sustituido por Edoardo Reja. Hacia Navidad, el equipo del mítico Gigi Riva parecía condenado a seguir al menos una estación más en el infierno. Pero Zola se hacía partido a partido con las riendas del juego y servía balones cada vez más apetitosos a los dos hombres en punta, Suazo y Espósito. Las cosas mejoraban poco a poco.
Hubo un momento en que, al fin, la gente del Cagliari se convenció de que sí, de que Zola lograría lo imposible. Fue el 19 de abril. Maradona, el profesor de Zola, se debatía entre la vida y la muerte en un hospital de Buenos Aires. El Cagliari jugaba en casa contra el Albinoleffe. A los 34 minutos del primer tiempo, el árbitro señaló una falta a 25 metros de la puerta y Zola se encaminó hacia el balón. Todo el estadio se puso en pie y coreó su nombre. Zola disparó con la derecha y el cuero, que parecía volar hacia la grada, dibujó una curva sobre la barrera y enfiló el hueco de la escuadra. Después, quedaron pocas dudas. Gianfranco Zola acabó la campaña con 13 goles y como mejor pasador del equipo. El Cagliari le ha pedido que siga, al menos un año más, para asentar al club en Primera.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.