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Reportaje:Eurocopa 2004 | Gran invasión festiva

Más botellones que entradas

Muchos jóvenes españoles acuden a Faro a darse "un garbeo y pasar la noche como Dios manda"

Diego Torres

Alex, Sacha y Pavel compraron las entradas en la página de la UEFA en Internet. Se subieron a un avión en San Petesburgo hace dos semanas, volaron a Tampere, en Finlandia, y de allí saltaron a Jerez de la Frontera haciendo escala en Francfort, en Alemania. Después de pasárselo en grande dando vueltas por Cádiz, Sevilla y Huelva, cruzaron a Portugal por la frontera de Ayamonte y, en media hora de caravana por la autopista internacional, entre bocinazos y coches que agitaban banderitas españolas y toros de Soberano, se encontraron en medio del valle donde se levanta el estadio del Algarve, rodeados de españoles con más botellones que entradas: sevillanos, gaditanos, onubenses, extremeños, alicantinos y manchegos en su mayoría. "Mira", dijo un chaval de Badajoz para explicar la situación de su banda; "nosotros no tenemos entradas y la mayoría de los que vienen tampoco las tienen. El caso es darnos un garbeo por aquí y terminar la noche como Dios manda".

Dejaron la furgoneta en el aparcamiento, abrieron el Dyc y la Coca-Cola y subieron el 'loro'

Nunca un partido internacional de la selección española en territorio extranjero contó con tanto apoyo de la afición como el de anoche ante la rusa en Faro. Si hay que sacar una conclusión sociológica de lo que ayer ocurrió en el suroeste de la Península, se podría decir que a los españoles les gusta más hacer vida social que desgañitarse por el escudo. El Campeonato de Europa como la Copa del Mundo es una oportunidad perfecta para expresar los chauvinismos en el escenario de enfrentamientos cargados de simbolismo. Los españoles que ayer viajaron a la costa portuguesa no parecían demasiado preocupados por el encuentro en sí como por pasárselo bien al calor de las discotecas y las playas de Albufeira, Vila Moura y la Laguna de Formosa. El gesto de patriotismo más extendido fue agitar la camiseta de Raúl como si se tratara de un capote de torero citándose unos a otros y citando a las aficionadas rusas.

La entrada fue un lujo al que no aspiraron necesariamente, en efecto, los miles de españoles que cruzaron la frontera. La federación española sólo vendió 13.000 y la rusa unas 7.000 mientras que la capacidad del estadio es de 30.000 espectadores. Hubo gente que la consiguió por otros medios o que, simplemente, acudió al campo sin ella para hacer como unos chicos de Alicante, suplicar a los guardias que los dejasen entrar sólo por hacer ruido, o como otros de Sevilla, que hermanaron al Betis y el Sevilla por una tarde, dejaron la furgoneta en el aparcamiento abrieron las botellas de Dyc y Coca-Cola y subieron el volumen del loro.

En la puerta principal del recinto deportivo un hombre ofrecía entradas por 500 euros -llegaron a pagarse incluso 1.000 por una localidad cuyo precio inicial era de 100- y no tardó en vendérselas a unos turistas rusos. Altivos, orgullosos de representar a su nación, estos rusos que se alojan en un hotel de Albufeira entraron al estadio por la puerta grande el día en que su país conmemoraba algo que el Estado denomina "la independencia".

"Rusia celebra una cosa que llaman independencia", se reía Pavel, uno de los chicos que habían volado desde San Petersburgo; "y yo me pregunto: ¿independencia de quién?, ¿de nosotros mismos? Lo único que ocurrió fue que cambiaron el nombre del KGB por el de FBS y que Rusia, que había inventado la URSS, se liberó de la URSS".

La gente peregrinó al estadio entre atascos y ruido, bajo un calor sofocante y una nube de humo ocre que cubría las colinas hacia el Oeste, en las proximidades de Queteira. El estadio del Algarve, monumento a las naos de Enrique el Navegante y símbolo de la explosión turística y urbanística de la región, se cubrió de una bruma carbónica. El incendio del monte natural, un hecho cotidiano que acompaña al crecimiento económico, coincidió con la llegada de la gente tres horas antes del partido y no frenó ni la fiesta ni la exhibición de banderitas.

El Servicio de Extranjeros y Fronteras (SEF) luso registró un aumento del 200% en el paso de españoles a Portugal por la frontera del Guadiana. La media de vehículos fue de 1.200 por hora. A unas 25 personas no se las permitió la entrada en el país luso. En su mayoría, se trató de ciudadanos de la Europa del Este o de Suramérica cuyas documentaciones no estaban en regla.

Aficionados españoles, con muchas monteras taurinas, expresan su optimismo en las inmediaciones del estadio de Faro.
Aficionados españoles, con muchas monteras taurinas, expresan su optimismo en las inmediaciones del estadio de Faro.ULY MARTÍN
Una seguidora rusa exhibe la bandera de su país y todo su entusiasmo.
Una seguidora rusa exhibe la bandera de su país y todo su entusiasmo.EFE
Un hincha se protege del sol con una bandera.
Un hincha se protege del sol con una bandera.EFE

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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