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Eurocopa 2004 | Las vicisitudes de dos clásicos

¿Dónde está Alemania?

Pese a su decadencia, a nadie extrañaría que el equipo germano triunfara

Santiago Segurola

Dicen que Alemania está concentrada en Almancil, en el Algarve, pero nadie está seguro. Podía estar en Marte y pasar desapercibida. El equipo ganador, la selección que ha triunfado en Mundiales y Eurocopas, el fútbol que alumbró a Fritz Walter, Beckenbauer, Overath y Schuster, se encuentra ahora en ninguna parte. Casi todas las noticias de Alemania figuran a pie de página en los días previos al arranque del torneo. Es cierto que su entrenador, Rudy Voller, ha ayudado al hermetismo con su interés por mantener al equipo alejado del mundanal ruido y de las polémicas que habitualmente estallan en la selección alemana, pero sinceramente a poca gente le interesa lo que sucede en Almancil.

Es un drama sólo explicable por una peculiar decadencia del fútbol alemán. No se trata de una selección que ha fracasado más de la cuenta, ni mucho menos. Alemania fue finalista en el último Mundial, sólo superada por el Brasil de Ronaldo y por los errores de su portero Kahn en la final. Su palmarés no admite comparación en el pasado más reciente. Campeón del Mundo en 1990, campeón de Europa en 1996, subcampeón de Europa en 1992, el equipo alemán ofrece unos números que discuten su anónimo estado actual. ¿Cómo es posible tanto desinterés por una selección que puede conquistar el torneo con toda naturalidad? Porque ésa es otra: todos temen a Alemania y no conviene descartarla. En realidad, la lógica obliga a pensar que será el equipo campeón, así sin más, sin reparar en su juego, en sus futbolistas, en el tedio que produce. La historia está llena de éxitos alemanes y eso no hay manera de remediarlo.

El problema de Alemania reside en su falta de atractivo. Hace 14 años, en el Mundial de Italia, todos sus jugadores titulares figuraban en la Liga italiana, en aquellos días la más poderosa del mundo. Los jugadores alemanes eran la referencia, el gran modelo. Fuertes, abnegados, competitivos, estaban destinados a convertirse en el triste destino del juego. Porque ya en aquella época daban todos los síntomas de la decadencia que ahora se percibe de forma casi grosera. Se había pasado de Beckenbauer, Overath, Flohe, Netzer, Grabowski a un tipo de jugador robotizado que invitaba al aburrimiento total. Con Alemania se ha producido una paradoja que desmiente a los voceros del éxito. Por lo visto, no es cierto que el éxito siempre genera moda. De lo contrario, el mundo del fútbol todavía estaría perfilado por la defensa con líbero de los alemanes, con sus carrileros tercos, con su gris medio defensivo y con una grúa en el centro de la delantera. Con eso, a Alemania le ha dado para llegar más lejos que nadie en Europa. Sin embargo, ninguna de las grandes selecciones juega con ese modelo, ni parecido.

El caso es interesante porque habla de una cierta resistencia del fútbol a los malos vicios. El fútbol alemán ha vivido tanto tiempo instalado en sus ideas que ha terminado por parodiarlas. Todo lo que surge ahora es parecido a lo de antes, pero peor. El único futbolista verdaderamente reconocible en el ámbito mundial es Ballack. ¿Ballack? ¿En qué lugar de la cadena de centrocampistas alemanes se le puede situar? Desde luego muy por detrás de Beckenbauer, Schuster, Flohe, Magath, Cullmann y hasta Matthaus. Eso por lo que respecta a su mejor futbolista, la reserva espiritual de un país que tuvo a Kaltz donde ahora tiene a Frings, a Breitner o Brehme donde todavía juega Ziege, y así sucesivamente. Hasta en la gran especialidad alemana, sus gigantescos delanteros, se ha producido un declive. Es como si, de repente, se hubieran achicado. Klose marcó un par de goles rápidos en el Mundial 2002 y se le atribuyeron las virtudes cabeceadores de los pesadísimos Hrubesch o Bierhoff, pero ni de lejos llega a su capacidad de intimidación.

Alemania es, en definitiva, la Alemania de toda la vida, pero en peor. Ha llegado a tal grado de agotamiento su modelo que el mundo prefiere mirar hacia otro lado, a la espera de que alguien sea capaz de sacarla de su ensimismamiento. Por ahora, todo lo que se sabe es que la selección de Rudy Voller se parecerá a todas las anteriores, y eso produce estragos en los aficionados, con una consideración añadida: por poco que importe este equipo, a nadie le extrañaría que ganara la Eurocopa. En eso, Alemania también es muy proclive a su parodia del éxito.

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