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Reportaje:Eurocopa 2004 | La caravana española

La iglesia de China

El administrador de Figo oficia de anfitrión de los visitantes que acuden al café del jugador en El Algarve, convertido en un santuario turístico

Diego Torres

Si usted es fetichista, ama el fútbol, la vela, la vida social y los espacios residenciales en primera línea de costa, entonces su lugar es el Café Sete, el local que tiene Luis Figo junto al muelle norte del puerto de Vila Moura, en el Algarve. Hacia allá se dirigen algunos de los rezagados del ejército de rusos que no consiguieron entrada para el partido contra España, en el estadio de Faro, a 24 kilómetros. Y hacia allá se encaminaron algunos de los 500.000 turistas que atrajo el Europeo, y los portugueses septentrionales que no pueden ver el Portugal-Grecia en directo en el Estadio del Dragón y quieren un poco de ambiente.

El Sete (siete en portugués), además de pantallas de televisión por todas partes registrando cada evento deportivo posible, contará con un anfitrión excepcional: el administrador Paulo China. Excepcional por su perfil novelesco, su rostro de gigante y el trato fraternal, Paulo recibirá al público con un abrazo de los que ponen la osamenta a prueba, heredado de la fuerza de sus ancestros asiáticos. China ofrecerá café, copas, comida rápida y cosmopolita. Y contará la historia del rincón más lujoso del Algarve y de cómo él, mozambiqueño hijo de chinos, lo promocionó hasta convertirlo en lo que es hoy. Un espacio que bulle al paso de turistas, celebridades y curiosos por ver el santuario de Figo, bautizado con su dorsal.

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El Café Siete y su local anejo, Explanada, es una ermita. Aparentemente no hay representaciones de santos pero si se mira bien, cada centímetro de pared está dedicado a una figura votiva. Por ahí posa Ryan Giggs, por allá Beckham, Raúl y Morgan Freeman, más acá sonríe Jamiroquai, más allá Michael Douglas y, junto a él, el piloto Michael Schumacher. Fundido en un abrazo con todos se retrata el supremo sacerdote, Paulo China, que los esperó en el muelle mientras desembarcaban y les abrió las puertas de Vila Moura en su nombre y en el de Figo quien junto a su mujer, Helen Swedin, el matrimonio más famoso de Portugal, se multiplica en poses, retratos y cuadros que harán las delicias de los devotos mientras comen, cenan o bailan. Al caer la noche la música se acelera y la pista se satura de muchachos y muchachas que beben y se sacuden al ritmo de himnos como I will survive, de Gloria Gaynor, en diversas versiones disco que ellos mismos apostillan al grito de "¡Figo, Figo, Figo...!". Es como la discoteca dentro de la iglesia. Hasta la madrugada, cuando se sirve el desayuno inglés o continental. Monumento a la habilidad ancestral de China para el comercio y las relaciones públicas.

"Aquí entran fácilmente 500 personas", dice China. Ayer, el administrador de Figo preparaba el gran día del inicio del campeonato poniendo pantallas de televisión en una terraza atestada de gente que comía pollos asados, filetes de atún encebollado, churrascos, y pasteles de almendra típicos. Llamó a Figo y le dijo: "Tú sólo piensa en ganarles a los griegos, que de tu familia y todo lo demás me ocupo yo".

Interior del bar Sete, propiedad de Luis Figo, en Vilamoura.
Interior del bar Sete, propiedad de Luis Figo, en Vilamoura.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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